El final de "Dark": una maravilla que nadie vio venir
Jonas Kahnwald (Louis Hofmann) y Martha Nielsen (Lisa Vicari) en una escena de la temporada 3 de la serie "Dark".
Netflix
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Dark es una serie sobre luchar para cambiar el pasado, porque no se puede vivir con el dolor y el peso de los hechos que sucedieron.
Y en el fondo, no hay nada más humano que eso.
Pero en el camino algo sucede y ese pasado se convierte en un bien preciado a mantener, tal como pasó. En una especie de loop o lazo, un signo infinito, una serpiente mordiendo su cola.
Lo que han conseguido Jantje Friese y Baran bo Odar es crear una de las series de ciencia ficción más completas de los últimos años. Del tipo en que una mujer es hija de su propia hija y un hombre podría ser su propio tararabuelo.
Es una serie en la que hay viajes temporales, universos paralelos, asesinatos de niños, secuestros, un desastre nuclear y saltos de 33 años. Están diseñados no para complicar a quien la ve, sino para intrincar la forma en que se cuentan historias en este momento.
Dark toma elementos de la física cuántica para hablar sobre las obsesiones y el daño que pueden provocar.
Y en la tercera temporada, que se estrenó el pasado 27 de junio, Netflix cierra esta poderosa historia de la manera más precisa e inesperada de todas.
Lecciones para cerrar una historia
(A continuación algunos spoilers).
La tercera temporada de Dark cierra todos los cabos que se abrieron en los capítulos anteriores. Lo hace enredando más las cosas, es verdad, pero al final consigue un efecto demoledor.
Las historias entrecruzadas entre los Nielsen, Kanhwald, Doppler y Tiedemann -que en el fondo son todos miembros de una sola y gran familia de viajeros en el tiempo- tienen que romperse.
En ese rompimiento está el éxito del cierre.
Porque todo lo que pasa en Dark responde a una de las paradojas clásicas de la ciencia ficción. Aquella en la que todo pasa una y otra vez, por más que se intente romperlo. No hay punto de origen, sino continuidad.
Pasado, presente y futuro pasando simultáneamente. El horror y el dolor, una y otra vez.
La tercera temporada explica que las dos anteriores no fueron más que mostrar las acciones anudadas, y que no se habían podido romper. El loop eterno.
Aquí, se trata de romper el loop. Y vaya que lo hacen.
Sobre todo porque, como sucedió al final de la temporada anterior, el espectador aprendió de la existencia de una realidad paralela y este otro universo que se abre le permite a la serie abrir un nuevo camino.
Porque hay un apocalipsis nuclear que se produce en el pueblo alemán de Wieden.
Por más que durante 18 episodios se ha intentado detenerlo, en estos últimos ocho capítulos se sabe que esta tragedia sucede en los dos universos que están conectados y que hay dos fuerzas que mueven los hilos para que esto se mantenga.
La maestría de la historia que escribe Friese radica en que utiliza ideas de la física cuántica y las mueve por el terreno de los afectos y las necesidades internas de sus personajes.
No en vano hay una relación cercana entre Dark y La Máquina del Tiempo, de H.G. Wells. Y no en vano, uno de los personajes más importantes de la historia de llama H.G. Tannhaus.
Del amor al odio...
Tanto Jonas Kahnwald como Martha Nielsen son los héroes y villanos de estos universos. Seres dolidos y obsesionados por las circunstancias que han vivido.
Que viajan en el tiempo, que tratan de destruir lo que les ha pasado y al mismo tiempo lo mantienen igual.
Que envejecen, que se acercan a sus versiones jóvenes, que los engañan y los hacen cometer los mismo errores una y otra vez.
Todo lo que sucede en Dark es un loop siniestro.
Es un loop que se rompe porque hay un personaje extra que entiende -también a través del dolor y la pérdida-, qué está pasando. Claudia Tindemann va a reformular todo.
Y eso permite que tanto Jonas como Martha viajen a una tercera dimensión -ya no son dos. Es más, siempre fueron tres, representadas por la figura de la triqueta, que aparece en muchos momentos de Dark-, para evitar justamente un dolor inicial, que dará origen a todo.
Dark usa la explicación del clásico experimento de física teórica del gato de Schrödinger y lo lleva un poco más allá.
No existe solo dos posibilidades para el gato -vivo o muerto, simultáneamente, dentro de esa caja, expuesto a veneno. Hay una tercera: la observación del experimento. Desde ahí se obtiene una certeza.
Friese como Odar se sostienen en un espacio de física teórica para contar una historia que golpea, emociona, duele y encanta.
Los creadores de la serie usan el concepto de entrelazamiento cuántico -que impide que Jonas y Martha sean individuos separados- y lo llevan a un espacio que puede sonar cursi, pero que funciona: ambos fueron hechos el uno para el otro.
Y ni siquiera las pesadillas de la ciencia ficción pueden detener ese fenómeno.
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