Feria del Libro de Quito 2019: lo que funcionó y lo que no
Foto del segundo día de la Feria Internacional del Libro de Quito 2019
Ministerio de Cultura
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¿Cuál es el dato fundamental para decir que una Feria de Libro tuvo éxito o fracasó? ¿El número de asistentes? ¿La cantidad de libros vendidos? ¿El número y la calidad de las actividades programadas? ¿La lista de invitadas o invitados?
¿Cuál?
Las versiones de quienes la organizaron, de quienes la apoyaron, de libreros y de editores independientes hablan de algo positivo. Habría que tomar en cuenta esas palabras.
Y en términos generales, los problemas siempre estarán ahí y los errores también. Los organizadores de una feria del libro lo saben y parte del público se da cuenta. Sí, eso es todo. Las experiencias individuales determinan mucho de las opiniones que hay que recoger para dilucidar algún tipo de resultado.
¿Fue buena o mala? La respuesta es complicada.
En la edición de 2019 —organizada por el Plan Nacional del libro y la Lectura—, y que se celebró del 18 al 22 de diciembre, hubo dificultades para adquirir libros porque el único cajero que la institución gestionó para que esté en el Centro de Convenciones Metropolitano, tuvo problemas en al menos dos de los tres días. Uno de ellos por falta de dinero.
Las salas Tránsito Amaguaña y Nelson Estupiñán Bass estaban una al lado de la otra y durante los eventos los audios se entrecruzan. Eso distraía con facilidad a los asistentes.
Todo eso es cierto, así como otra serie de temas que no trascendieron y de los que se puede hablar ahora.
Sin embargo, la pregunta sigue ¿son suficiente estos hechos para definir la calidad o éxito de una Feria del libro?
La versión oficial
En el Plan Nacional del Libro y la Lectura hay regocijo y tranquilidad porque lo más duro ha quedado atrás. Se reúnen, celebran datos que van apareciendo —una librera los visita y les dice que ha vendido hasta USD 10.000 más de lo que había previsto—, quizá hasta descansan mejor.
Para ellos ha sido un trabajo intenso de tres meses. 13 personas dedicadas a la organización de una Feria del Libro.
Sin embargo, hubo complicaciones grandes.
La Feria que debió celebrarse en noviembre se tuvo que aplazar debido a los 12 días de manifestaciones y crisis política en el país, durante octubre. Esto luego de negociaciones complejas que, en momentos, pusieron en peligro la celebración del encuentro.
Recién para el 25 de octubre se hicieron públicas las nuevas fechas y empezó el proceso de reconfirmación de invitados, que ya estaban incluidos en la lista de visitantes para las fechas de noviembre y que había sido presentada el 23 de septiembre.
La elaboración de la agenda de invitados fue quizá uno de los mayores problemas para esta edición. Los hechos de octubre generaron inconformidad en invitados e invitadas, quienes decidieron declinar su participación, en rechazo a la actuación del gobierno en la crisis.
Para otros escritores y escritoras la demora en la confirmación oficial de cuáles serían sus mesas —a veces en medio de cambios— hizo que se retiraran de la lista oficial.
Recién el 11 de diciembre —una semana antes del inicio de la Feria— se presentó la agenda.
María Fernanda Ampuero, la gerenta del Plan Nacional del Libro y la Lectura, reconoce en esto su responsabilidad.
Más allá de esto hay una sensación de triunfo entre la organización. Las cifras de asistencia y los datos que reciben sobre ingresos económicos se convierten en puntos de referencia, lo que les permite afirmar que todo salió bien. A pesar de las críticas.
Editores y libreros independientes, unidos
Este año hubo una evidente ausencia de dos grupos importantes, económicamente hablando, ligados a los libros: Mr. Books / Librimundi y Librería Española.
Eso quizás influyó en la ausencia de algunos títulos que el público buscaba, pero permitió un fenómeno más interesante: la aproximación entre asistentes, librerías y editores independientes.
"Los amigos editores y libreros estaban contentos —dice Daniel Félix, escritor que asistió a la FIL Quito como visitante—, uno me dijo que había salvado el año".
Esa expresión se repite en varios editores y libreros consultados, quienes han asegurado sentirse tranquilos por lo que ha significado, comercialmente hablando, esta edición.
Fausto Rivera, de Severo Editorial —que recién a fines de 2019 empezó a mostrar su catálogo—, señala el valor de poder acercarse a los lectores y hace un balance positivo de lo que fue su participación y la de otras editoriales.
Escuche su opinión en el siguiente audio:
Para José Miguel Cabrera, de UArtes Ediciones, si bien el cambio de fecha dificultó hacer lo que tenían planeado, regresar a Guayaquil solo con 10 libros no vendidos se puede considerar un triunfo:
"Ahora que acabó la Feria, siento que hubiera podido vender más libros. He visto cuáles son más propensos a salir, cuáles salen más rápido... Fue bastante útil".
José Miguel Cabrera
Santiago Peña Bossano, de editorial Cactus Pink, también celebra su experiencia en la FIL Quito 2019, como editor y visitante.
Escuche su opinión en el siguiente audio:
Desde el lado de los libreros, no hay mucha diferencia en las perspectivas. Iván Peña Bossano, de Lobolunar, también evalúa de forma positiva su participación en la Feria.
Destaca que los espacios destinados a los jóvenes hayan sido fuertes y reflexiona sobre la necesidad de que se use la tarjeta de crédito en la FIL —el costo de uso de un DataFast es elevado para algunos expositores—; además da alguna solución para esto.
La situación no fue distinta para María Paulina Briones quien, desde Guayaquil, viajó con la oferta de su librería La Casa Morada:
"A mí me fue bien. Yo fui a la feria como librería independiente y vendí aproximadamente 1000 libros.
Los que más vendió fueron Nuestra piel muerta, de Natalia García; La bondad de los extraños, de Solange Rodriguez; Fruta podrida y Sangre en el ojo, de Lina Meruane; Hémbrico, de Andrea Crespo; Tres, de Alice Goy Billaud e Incendiamos las yeguas en la madrugada, de Ernesto Carrión.
Una mayoría de libros escritos por mujeres y de literatura hecha en Ecuador.
Para Oswaldo Almeida, presidente de la Cámara Ecuatoriana del Libro, este tipo de ventas es una constante en las ferias del libro, más allá de las condiciones particulares de cada una.
Es más, para él, la única forma de considerar que una feria fracase es que pase algo mayor "como que se cayera el techo del centro donde se la realice", afirma.
Y a propósito de la Cámara Ecuatoriana del Libro
De ser una de las organizadores de la feria en el 2018, la Cámara Ecuatoriana del Libro pasó a ser una colaboradora en esta edición. Y eso puede suponer que la relación entre el Plan Nacional de Lectura y esta institución no fue la mejor.
Al menos, no al inicio de los contactos para realizar una labor colaborativa.
María Fernanda Ampuero da más luces sobre esto:
Ampuero hace referencia a uno de los datos que circuló, tanto en redes como en varios medios, alrededor del cobro de ciertos espacios, frente a otros que resultaron gratuitos.
Oswaldo Almeida responde y clarifica la situación, que involucra la gestión de la Cámara del Libro.
Almeida, además, cuenta de qué forma se dio el apoyo de la Cámara del Libro a la realización de la Feria del Libro. Esto, haciendo referencia a un convenio entre el Ministerio de Cultura, el Municipio y la Cámara para organizar entre ellos la feria, algo que, según sus palabras, no se cumplió en 2019.
Lo que queda es tomar en cuenta aquello que funcionó en esta edición y ver cómo mantenerlo. Así como corregir los errores para lo que sería la FIL 2020. Pero es muy temprano ahora para definir aquello. Hacen falta reuniones, más voluntades y ganas de hacer un encuentro que, en el fondo, más que vender libros se trata de acercar lectores a publicaciones y autores.
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