'Ecuatorian Shetta', ese sinsentido que dice mucho
Fotograma de "Ecuatorian Shetta", una película de Daniel Varela Sánchez, estrenada originalmente en 2018.
Pulpobal, Anónima Cine y Enfoque Producciones
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Hay que partir de algo: es probable que Ecuatorian Shetta no funcione para cierto tipo de espectadores. Y eso quizás sea por las mismas razones que puede interesar y emocionar a otros.
Porque la película que escribe y dirige Daniel Varela Sánchez -y que se puede ver en este momento vía streaming abierto, en este encierro- no tiene un conflicto evidente .
Se decanta, en realidad, por mostrar algo que tiene más poder cuando quien ve el filme ingresa en lo que plantea Varela.
En otras palabras, lo que Ecuatorian Shetta intenta no es necesariamente lo que se ve, sino lo que aparece cuando se escarba un poco en cada una de sus viñetas.
Si bien existe una sinopsis que pueda explicar lo que pasa, la película es sobre los personajes que aparecen y lo que sucede en cada uno de ellos, en medio de las circunstancias.
Lo que mueve a un filme atípico
Su duración, de un poco más de una hora, podría funcionar como evidencia de un proceso de edición que se esforzó en dejar lo mejor en pantalla.
Aquí, Baltazar es un joven que se dedica a vender marihuana a sus clientes. Se le ha acabado su material, así que va en búsqueda de otro, de la Ecuatorian Shetta. Luego -incluso acompañado de su hija- va a dejar la yerba a quienes son sus compradores habituales.
Todo esto en un día.
Y si bien se percibe que la idea era dejar lo mejor en pantalla, eso no significa que todo está bien.
Hay desniveles en las actuaciones y se nota que hay actrices y actores que funcionan mejor en ciertos momentos que en otros. Gabriel Granja Baca, quien hace de Baltazar, tiene grandes escenas, specialmente las que tiene con su hija Catalina, interpretada por Manuela Gutiérrez Cáceres.
Y otras escenas en las que no tiene la misma fuerza.
Construida como una serie de secuencias unidas en base a la relación con Baltazar y la marihuana, el filme es un compendio de personajes que están enfrentados a sus deseos, sus malestares, sus temores y silencios.
Es como si la vida de quienes aparecen en Ecuatorian Shetta no fuera soportable.
La yerba vendría a ser una especie de catalizador. Un tipo de impulso para, incluso, vivir ciertos recuerdos o imaginar mejores lugares.
La fuerza está en lo que dicen los personajes
La película no resulta apologética ante el consumo de marihuana. Peor una especie de lección moral sobre los peligros de su consumo.
En realidad se sostiene por ciertas frases y comentarios que lanzan los personajes, en medio de situaciones que esconden el carácter confesional de los diálogos.
Hay mucho de aspiraciones sociales, de ganas de hacer lo correcto, de comprender lo que se hace, de identidad.
Y quizás nada de esto lleve a ningún lado a ninguno de sus personajes, que no pueden dejar de ser ellos y ahí radica la maravilla de esta apuesta.
Ecuatorian Shetta es un filme extraño, "stoner", una comedia graciosa de vez en cuando y un drama coral en hechos puntuales. Es una película donde todo el mundo habla y se mueve con lentitud, como un estado de ánimo perenne.
Una vez que se ingresa a este propio universo, la experiencia es funcional y sorprendente.
A veces, quizás sea solo un tema de tener el estado de ánimo para ver una película en particular.
Y en esta hay hasta extraterrestres y ovnis.
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