Un documental sobre el corazón de la música marginal y extrema
El documental que habla sobre la importancia de Diego Brito en la escena del metal del país es un ejercicio de amor y de memoria con el amigo.
Fundación Cultural Diego Brito
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Todo documental es una labor de amor. Un trabajo que refleja una intención, pero, sobre todo, una pasión por contar la historia de algo o de alguien, porque es imposible no hacerlo.
Y como toda labor de amor, no tiene por qué ser perfecta. En realidad, el documental, como género, debe ser principalmente potente. Debe decir algo y persuadir, a quien lo está viendo, que lo que cuenta es así. Que lo que muestra es un hecho.
Por eso, Jornada final, el último festival de Diego Brito es una obra de amor. En ella, amigos y gente que quiso al gestor y al músico -fallecido en abril de 2020 en medio de la pandemia-, hablan de su importancia para la escena nacional del metal.
17 minutos son suficientes para eso.
Sobre todo por la relación directa de Brito con la organización de los conciertos de heavy metal de cada fin de año. Los que son la insignia de la Concha Acústica de la Villaflora.
Porque él luchaba para darle importancia al metal, para que se mantenga, para que siga presente.
El documental es homenaje, es despedida -su entierro se transmitió por Zoom, en medio de la crisis de salud-. Pero también es certeza y un relato sobre las dificultades para conseguir lo que consiguió.
Pablo Rodríguez, director del mediometraje y miembro de la fundación cultural Diego Brito, lo explica mejor en este video:
A través de material de archivo y de entrevistas grabadas en septiembre de 2020, el documental arma un relato de lo que fue el último festival organizado por Brito.
Al mismo tiempo, recupera una entrevista realizada a él y una serie de testimonios de músicos. Así se revela a la persona entregada a que una música marginada, y considerada extrema, tuviera anualmente su espacio.
Las enseñanzas que quedan
Brito lo daba todo. Si faltaba dinero para el festival del 31 de diciembre, era capaz de conseguir fondos dejando en prenda su bajo, su colección de discos, su televisor. Lo que sea.
Todo para que sonara la música de guitarras distorsionadas y gritos.
Con un costo, eso sí. Era común escucharlo decir que el festival del año pasado había sido el último, debido al esfuerzo. Pero tres meses después recuperaba el ímpetu y decía: Ahora sí, hagamos el último.
Esta actitud permanece en los amigos, en quienes lo ayudaron en muchas de los conciertos que organizó en la ciudad, no solo el de fin de año. En quienes decidieron juntarse y crear la Fundación Cultural Diego Brito, detrás de este documental.
Un proyecto colectivo que, con base a la experiencia, ha decidido continuar con el trabajo de Brito. Excepto por el concierto en la Concha Acústica, que lo sigue realizando la corporación Al sur del cielo y que en 2020 fue en formato virtual.
La fundación no quiere repetir errores.
Solo quiere poner en práctica lo aprendido en estos años, para no sufrir por el presupuesto o por conseguir los permisos necesarios para las presentaciones.
Alfredo Carvajal, Jhoyz Reyes, Verónica Meza y Pablo Rodríguez integran la fundación, que estará encargada de la organización de festivales. Hay uno que está casi listo, para mediados de año. Pronto anunciarán detalles.
Para ellos se trata de seguir esa pasión y mantener vivas las ideas y las luchas del amigo. Del tipo que escuchaba a otras bandas y las llevaba al festival insigne del metal en Ecuador. Del músico que extrañan, del que movió todo y empujó a todos.
Por eso, en una de las escenas finales del documental, los miembros de Resistencia -la banda en la que Brito tocaba el bajo- luchan por contener el llanto y el dolor al recordarlo. Hay heridas que cierran en cámara lenta.
Si se trata de pasión, se trata también de emociones. Y solo basta un mediometraje documental para reconocer la fuerza de una persona a la que se la recuerda de todas las formas posibles.
Y que Jornada final, el último festival de Diego Brito haya sido entrenado vía Facebook, el 31 de diciembre de 2020 es un guiño adicional a esa fuerza y a ese cariño.
Compartir: