Diego Brito deja un legado profundo en la gestión y escena del metal
Diego Brito, tocando el bajo, en vivo. Su pasión por el rock la vivió en la gestión e interpretación.
Cortesía Pablo Rodríguez
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Había estado enfermo varios días, con síntomas de coronavirus. Estaba siguiendo un tratamiento desde casa y empezó a sentirse mejor.
El domingo por la mañana habló por teléfono con su amigo Pablo Rodríguez -de varias batallas, con quien organizó varios conciertos y proyectos-.
"Ya me siento bien", le dijo.
Sí, se sentía mejor.
Hablaron sobre un proyecto que estaban armando, se pusieron de acuerdo en algunos puntos y dijeron que iban a revisar otros. Que se hablaban más tarde.
Diego Brito tenía 48 años cuando ese mismo domingo, por la tarde, falleció. En el acta de su defunción se lee "paro cardiorespiratorio".
Con su ausencia se abre todo un terreno para el homenaje y reconocimiento de quien, desde su pasión por el rock y el heavy metal, sostuvo durante décadas uno de los encuentros más emblemáticos de Quito.
El músico y gestor que buscó dejar al género de su pasión en el mapa.
Que le dio al sur de la ciudad uno de sus festivales insignes, en la Concha Acústica, de la Villa Flora, cada fin de año.
El hombre que lo dio todo para el rock
Diego Brito se movió en el terreno del metal y de géneros ligados al rock.
Y lo hizo en varios niveles.
Sí, estaba el festival musical de cada 31 de diciembre -y que lleva más de 30 ediciones-.
Pero, estaban también otros eventos, como la Semana del Rock, o proyectos de Rock Sinfónico -entre varias bandas locales con la Orquesta Sinfónica Nacional-. O incluso traer bandas de metal del extranjero a tocar en el país.
Producir discos también fue parte de sus proyectos, como el que hizo por los 15 años del festival Al sur del cielo -Brito llegó a irse a la Colombia y traer en una mochila de montañista los 1.000 discos que le entregaron con esta grabación-.
Buscó tener espacios en radio, para promocionar la música. A veces pagando, a veces consiguiendo el auspicio.
Se ganaba y se perdía. Les tocaba organizarse y buscar más formas de financiar los proyectos.
"A veces tocaba duplicar y triplicar la gestión para conseguir lo básico de los proyectos... Y era 'Ve loco, toca ganar USD 500 por cuatro meses de trabajo. Ya nada, ya nada'. Y se lo hacía", cuenta Pablo Rodríguez, que trabajó con él durante varios años.
En el siguiente audio, Rodríguez sintetiza la ética del trabajo de Brito, como un testigo privilegiado de sus actuaciones.
La música en cuatro cuerdas
La gestión era una parte de su relación con el rock. El tocar música fue la otra.
Diego Brito fue parte de la base rítmica de varios proyectos que integró, como Corazón de Metal, Espada Sagrada, Cuero Negro, Rebelión y Resistencia, la banda con la que tocaba desde hace varios años.
Tenía una conciencia clara de lo que significaba el sonido para él, la integración y comunión que conseguía. Como muestra en la entrevista que se publicara en el libro Charlas de Rock, vol 1:
"De todas las artes, la música es la que más trabajo me da (...) toco el bajo porque es la forma de sentir la energía que te da un escenario, porque he conseguido amigos con los que me he comprendido musicalmente y hemos vivido momentos únicos, ya sea un ensayo, una grabación o en vivo".
Ante la imposibilidad de hacer un entierro masivo, la familia de Diego Brito decidió hacer una transmisión de la inhumación del músico, el 13 de abril.
Esta incluyó la participación de varios amigos y gente cercana hablando sobre él y lo que significó para sus vidas.
El video tiene miles de vistas y no es para menos.
Brito tenía una pasión que fue capaz de trasladarse a otros, a través de una gestión cultural de importancia en una zona de Quito casi siempre olvidada.
Una pasión que nació de ese olvido, cuando era adolescente y hacía fila para obtener un turno para conseguir una línea telefónica, en el barrio Santa Rita. Ahí escuchó a los españoles Barón Rojo, gracias a un vecino que lo puso a todo volumen. Eso fue todo.
Y seguirá siendo lo que empuje a un grupo de gestores, a través del ejemplo del amigo que ya no está.
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