De qué hablamos cuando hablamos de humor
Iván Ulchur, Pancho Miñaca y Nicolás Lofredo (Elé La Luz), en su presentación como 'Peces Gordxs' en el cine Ochoymedio.
Eduardo Varas
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Bill Hicks fue ese extraño y poderoso comediante estadounidense que murió a los 32 años en 1994. Y en sus espectáculos había tanto risas como reflexiones sobre la vida. Ambos elementos constituían su rutina. Hicks reflexionó, inclusive, sobre el humor en varias ocasiones.
Alguna vez dijo que: "Para mí, el mejor tipo de comedia es cuando haces reír a la gente de cosas que antes nunca se rieron. Y también cuando lleva algo de iluminación a esa esquina oscura en la mente de las personas, exponiéndolas a la luz".
Pero también dijo: "Siempre es divertido hasta que alguien sale herido. A partir de eso simplemente es hilarante".
La paradoja detrás de estas palabras se centran en el complicado tema de las relaciones humanas, que en la comedia se mueven por una dinámica particular: hay alguien que lanza la broma y alguien que la recibe. Y en ese proceso hay muchas sensaciones e ideas de por medio, que pueden determinar el resultado de ese acuerdo tácito entre el comediante y su público.
El ilustrador argentino Darío Adanti intentó definir lo que se produce en este contacto. Esto, en un artículo publicado en El Diario.es, en 2015. Escribe:
" ...el humor es un género de ficción y la ficción debería ser, para nosotros, mortales, ese lugar sin límites (...) el humor es como el sadomasoquismo, un juego entre partes que aceptan jugar a ese juego".
Adanti continúa:
"Hay un contrato tácito entre lector y autor, espectador y actor, ama y esclavo: ambos saben a qué se jugará y ambos pactan los límites de su juego. Por cierto: el sadomasoquismo también duele un poco, como el humor".
La troupé Peces Gordos —integrada por Iván Ulchur, Pancho Miñaca y Nicolás Lofredo— está dedicada al stand-up, una experiencia que en Quito ha adquirido más fuerza los últimos dos años. En el siguiente video reflexionan sobre los límites del humor.
Una ligera advertencia: algunas de las bromas que ellos hacen podrían resultar ofensivas, o no.
Quizás sea complejo entender el nivel de ficción detrás del humor. O reconocer —como público— que lo que ofende no es necesariamente el chiste, sino lo que ha generado al interior de alguien que lo escucha o lee.
¿Hay extremos? Pues el poeta español Camilo de Ory se encuentra en problemas por su humor negro. Un fiscal pide para él 18 meses de cárcel por los chistes que colocó en su cuenta de Twitter, a raíz del caso del niño Julen —el niño dos años y medio que murió al caer en un pozo de un diámetro de 25 centímetros, en Malagá—.
Ory ha dicho —en una entrevista de Juan Soto Ivars— que su intención no había sido herir. "Yo hago ficción, porque ahí está la clave: un chiste es ficción".
"... el único filtro que me impongo a la hora de hacer un chiste es el considerar quién hay delante en ese momento".
Camilo de Ory
Para Miñaca y Ulchur los reclamos a los comediantes en ocasiones pueden ser justos. Pero —al menos desde la perspectiva de uno de ellos—, la reacción debería ubicarse en el mismo terreno del humor. No en la censura, no en la presión, no en las demandas, no en las sanciones.
¿Qué queda, entonces? Al menos seguir discutiendo el tema y reflexionar sobre cómo la sociedad entiende la ficción y, por ende, al humor, y tal vez —solo tal vez— responder cuál es la naturaleza de la risa. O aceptar que a veces lo mismo que causa dolor puede causar gracia, y que eso, más allá de molestar podría hacer más vivible la existencia.
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