'Dark Side of the Moon': los 48 años de un disco que se volvió un fenómeno
El octavo disco de Pink Floyd se publicó el 1 de marzo de 1973. Fue un punto de inflexión para la banda y para el mundo, que no estuvo preparado para el golpe maestro que estos ingleses dieron con un álbum que, incluso en pandemia, sigue siendo actual.
Con un disco tan poderoso como este, el cuarteto inglés Pink Floyd no solo se volvió exitoso: esta fue música que quería decir algo.
PRIMCIAS
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No hay manera de anticipar las cosas. Solo hay cierta intuición, conciencia y, probablemente, deseo.
David Gilmour (guitarra y voz), Nick Mason (batería y percusión), Roger Waters (bajo y voz) y Richard Wright (teclados y voz) sabían que tenían un grupo importante de canciones. Sentían que las habían desarrollado bien, que la idea que les dio Waters, en diciembre de 1971, finalmente funcionó.
Al menos para ellos. Cantar sobre la locura de vivir en un mundo como en el que vivían.
Estaban contentos, y expectantes. Por primera vez en varios discos tenían algo con forma.
Dark Side of the Moon se publicó el 1 de marzo de 1973. Fue un trabajo de año y medio para Pink Floyd, entre desarrollar los temas, ensayarlos, tocarlos en vivo, grabarlos en estudio y asentarlos.
Con este disco se convirtieron en superestrellas del rock. Consiguieron el dinero que no les había llegado hasta entonces -compraron casas, terrenos y carros-. Pink Floyd se volvió relevante. Gracias a un disco que se mueve por una idea central, de la que se ramifica todo.
No es una ópera, no es una historia con principio y final. Es en realidad un viaje. El nervio que la banda tocó en todo el mundo tiene que ver con la posibilidad de expresar aquello que, incluso, los traspasó en espacio y tiempo.
Ya casi son 50 años y este disco todavía funciona. A pesar de hablar hasta de cierta idiosincrasia inglesa.
Este es un álbum sobre la locura que se genera en la vida, influenciado por la presencia de Syd Barrett, su exlíder, como fantasma eterno. Es una obra redonda que habla de aceptación, enfrentamiento y resiliencia.
Pero, sobre todo, de estar atentos.
La vida no es sencilla y la música, la buena música, no solo está aquí para convertirse en entretenimiento. Exista también como piedra de toque, o como espacio de confrontación.
Sentidos que se ocultan en el lado oscuro de la Luna
Son sensaciones e ideas. Canciones que aterrizan en distintos estados, uno detrás de otro. Si se lo mira con cierta sospecha -como cuando se pone play en el disco mientras se ve El Mago de Oz y los sonidos se sincronizan con la imagen-, este es un disco que en época de pandemia parece importar más.
Porque el gran tema de la salud mental que flota aquí, el de la locura, está dividido en etapas. En la empatía como punto de arranque (Speak to me y Breathe) en donde piden que "no tengas miedo de preocuparte". Para luego pasar por la conciencia del traslado, del viaje, de ir a otro sitio -puede ser hasta ir al trabajo-, como un imposible ejercicio de escape (On the run).
De ahí, con Time, queda claro que no se puede huir de las obligaciones o de lo que pasa alrededor. La vida como una repetición, el tiempo no alcanza -"Corres y corres para alcanzar al sol, pero se está hundiendo"-. El tema termina con una repetición de Breathe, porque se ha llegado a casa para empezar de nuevo.
Luego está la sensación de muerte con The Great Gig In the Sky. Esa monotonía, ese espacio y situación que se repite empieza a pasar factura.
Es el sistema. Waters nunca ha dejado de ser un compositor enfocado en ideas y temas de izquierda. Tanto en Money como en Us and them enfoca sus letras en contra de un capitalismo que solo valora la acumulación y la generación de bandos -el eterno conflicto- como único mecanismo de existencia en el mundo.
Un mundo que necesita la estandarización para mantenerse. Que cada cual sepa su lugar y cumpla su función. Any colour you like refleja ese equilibrio tenebroso con una tensión instrumental.
Al final llega la explosión. Quien no es parte de todo el proyecto, queda señalado como "el loco". Entonces es más fácil de manejar; pero hay una respuesta: es individual, aceptar lo que se puede aceptar y enfrentarse a aquello que no está bien. Waters canta las canciones que cierran el disco, casi como si fuera el responsable moral de las ideas que ahí están exponiendo.
En Brain Damage la locura está al tope, en una estructura armónica de blues suave, pero disfrazado por los coros de mujeres y lo grandilocuente de la músca. Syd Barrett aparece en dos versos -"Y cuando el grupo en el que estás empieza a tocar otras canciones / te veré en el lado oscuro de la Luna"-.
Ya para Eclipse llega la solución. Porque no todo es locura y cordura. Se trata de equilibrio.
Todo convive en un mismo espacio. La solución de Pink Floyd no es la conformación, es entender y buscar el cambio, acomodarse. Rechazar, luchar y aceptar.
Ese lado oscuro de la Luna no es un lugar terrible en sí mismo. Es la locura, sí. Pero es un punto de encuentro en un mundo complicado.
En 1973 era complicado. En 2021 no ha dejado de serlo.
Ese momento preciso
Formada en Londres en 1965, Pink Floyd fue una banda que empezó imitando a The Rolling Stones y a los Bluesbreakers de John Mayall. Roger "Syd" Barrett hacía casi todas las canciones, era el cantante principal y guitarrista.
Su primer disco, The Piper At the Gates of Dawn, fue grabado al mismo tiempo que The Beatles hacían el Sgt. Peppers, en Abbey Road. Ambas bandas en el mismo mítico estudio. Barrett les dio sus primeros hits, pero poco a poco su lucidez fue mermando y era claro que tenía un problema mental complejo.
La banda trajo a David Gilmour para que ayudara a Barrett, para que tocara y cantara cuando él simplemente lo dejaba de hacer. El creativo en la banda simplemente se había esfumado.
A Pink Floyd le tomó seis discos más llegar a algo cercano a una canción con sentido y estructura clara.
Eso no significa que todo lo que hicieron hasta Dark Side of the Moon haya sido un desastre. Hubo búsquedas, intentos, sonoridades experimentales y arriesgadas. Pink Floyd era indagación absoluta hasta llegar al disco Meddle (1971), donde hay canciones, cierta claridad -un tema en el que canta un perro, obviamente-, pero sobre todo está Echoes.
En 23 minutos y medio, Pink Floyd hace una canción memorable.
Una que evidencia que sin Barrett encontraron un camino; interesante, propio, poderoso. Ellos lo sabían. Dark Side of the Moon fue el resultado de esa sincronía entre ellos.
Eran los cuatro en el estudio. Waters hizo las letras porque era el mejor en ese campo. Pero lo hicieron juntos. En compañía de un Alan Parsons de 24 años, que fue el ingeniero de grabación. Pink Floyd era un grupo fuerte.
Un tipo de fortaleza que duró un disco más -Wish you were here, de 1975-, pero que para Animals, de 1977, se había acabado. Las grandes canciones siguieron existiendo, pero Roger Waters quería el control de todo y sentía que él era la banda.
La amistad se rompería con el tiempo. En 1979, para el disco The Wall, Waters echó a Wright de la banda. En 1985, Waters quiso acabar con el grupo y esto inició una batalla legal que Gilmour y Mason ganaron.
Wright se juntaría luego. Los tres siguieron siendo Pink Floyd por mucho más tiempo.
Waters se unió a su excompañeros en 2005, para una presentación en vivo de 20 minutos, para el Live 8. Una sesión memorable para sus fanáticos. Dos de los cuatro temas que tocaron salieron del Dark Side of the Moon.
Gilmour cantó con precisión. Waters estaba en éxtasis. Casi no se vio a Wright (que falleció en 2008). Mason hizo lo suyo como siempre: "Muy lejos, al otro lado del campo / el tañido de la campana de hierro llama a los fieles a ponerse de rodillas / para escuchar los hechizos mágicos en voz baja".
Eso es lo que produce un disco que en poco tendrá 50 años. Y nada de lo que ha dicho en su momento ha dejado de tener importancia para la humanidad.
Probablemente la humanidad ha cambiado mucho desde los años 70, pero ha quedado en el mismo lugar.
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