Libros de Cordero, Andino, Vargas Aguirre y Urdánigo: recomendaciones de la semana
'Tres pasos de baile', de Viviana Cordero.
PRIMICIAS
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Tres pasos de baile
Viviana Cordero
Libresa, 2019
235 páginas
USD 11,99
Novela de estilo pausado, donde cada una de las acciones se describen con detalle. Historia en la que los tiempos van y vienen, en la que Jacinta recupera su vida, sus memorias y sensaciones, una vez que regresa del funeral de su marido. La mujer sola, enfrentada a decisiones de otros y propias. El dolor va a ser la respuesta obvia en este recuento.
Hay un carácter de autoayuda en la nueva novela de Viviana Cordero. Esto no es problema para la propuesta, porque esta impresión no está por encima de la necesidad narrativa, ni de los mecanismos internos del libro, que van desde un narrador que pasa de la tercera persona a la segunda, así como diálogos que se sostienen por la naturaleza de Cordero como autora de textos dramatúrgicos y directora de cine.
Ese sentido positivo, de aporte -no tanto de moraleja- se relaciona con la lucha de Jacinta por salir airosa de esta experiencia, a la que es arrojada luego de estar realmente sola. No hay malestar en ella cuando el marido muere, más bien hay bienestar. Eso va a generar una culpa que se convertirá en otros sentimientos, que aparecerán a medida que se avanza con la lectura.
Precisamente en esta época en el que el rol de la mujer dentro de la sociedad está en transformación, en pos de una perspectiva más activa y no en función de lo que se espera de ella, Viviana Cordero traza la mirada de una mujer adulta que cuestiona y se cuestiona. Y eso resulta ser bastante en un momento como este.
Forma en que el homínido se ramifica
Lucas Andino
Ruido Blanco, 2017
85 páginas
USD 10
Diera la impresión de que este libro de poesía de Lucas Andino busca en lo críptico cerrar filas y dejar una experiencia de búsqueda constante en el lector. Sí, esa es la primera impresión que da el contacto inicial con los versos. Pero hay una conciencia de grupo, como si todo el contexto que los mismos poemas generan dan ese horizonte.
Más que ser algo cerrado o complicado de descifrar, lo de Andino es un modelo que se arma a media que la lectura avanza. Bajo la premisa de que el pensamiento es inestable, como señala el gran poeta Juan José Rodinás en el texto de contratapa, para el poeta hay un espacio inútil en el acto de la escritura, que se enmarca en la experiencia de la percepción.
¿Sirve para algo esto? ¿Hay alguien por ahí? ¿La palabra tiene una utilidad superior dentro de los versos?
Lucas Andino hace poesía con el objeto de complejizar la experiencia. Escribe: "el mundo muere cuando alcanza la palabra y se renueva con la impresión de estar más sosegado". Así, con ese espacio de más para marcar sentido, porque no usa signos. La gramática es también innecesaria, porque cerca el lenguaje.
Ese caos se mantiene, en la cara de ese 'otro': "el único lenguaje que el otro espera es el de la emoción pero no hay emoción sin brecha". Ahí está la distancia que este libro necesita. Se lo debe leer y releer, darle espacio, un lapso.
"Nacerá un lenguaje verdadero cuando logres sostener el ritmo por encima de lo que se espera", revela casi al final. Este nuevo lenguaje está cruzado por la lectura. Una lectura total, que pueda darle forma a aquello que de entrada suena a explosión sonora. Pero hay más, siempre hay más.
La ruta de la ceniza
Gabriela Vargas Aguirre
Editorial La Caída, 2017
100 páginas
USD 10
Un poemario que para su autora cierra un ciclo, ligado con la muerte de su madre. Un trabajo que no deja de lado la característica principal de la literatura de duelo: el lamento. Pero en este libro se pasa a otro estado, uno más interesante.
Más que lamento o desesperación, lo que Gabriela Vargas Aguirre hace aquí es recuperar esos instantes del pasado (el poemario fue escrito 13 años después del suceso) para sacarlos de su sistema.
No como un exorcismo, sino como un diario del colapso. Especialmente en las dos primeras partes del libro, donde hay un recuerdo de la figura materna y las imágenes de cómo la muerte se va presentando.
El hecho de la ausencia de la madre es también el reflejo del mismo ser que habla, porque su cuerpo también se deshace, de alguna forma. Es una doble finalidad, o mortalidad. Este punto queda muy bien reflejado en la tercer parte del poemario, llamada La desviación del centro.
Las versiones posibles ante la pérdida encuentran en la última parte ese momento de contacto que arroja otra revelación, quizás la más poderosa: la creación, el resultado de lo que sucede cuando se establece esta relación entre la madre que no está y la depresión o destrucción personal, encuentra una gran salida. Como si todo lo que se nombrara dejara de tener ese peso sórdido.
Para el lector es aquí donde todo se eleva y puede encontrar respuesta: el arte y la poesía funcionan, dan sosiego y hasta solaz. Incluso para quienes leen estos versos.
Máquina de hueso
Elías Urdánigo
La Matemango, 2018
80 páginas
USD 8
Lo de Elías Urdánigo es un trabajo de amor. Quizás la prosa más ágil, musical y precisa de la literatura ecuatoriana en este momento, decide declarar su pasión por Tom Waits con un libro de relatos en los que los temas sobre los que canta el músico, y la influencia de sus composiciones puebla cada uno de los personajes e historias que componen este volumen.
Pareciera que con este libro se está ante una obra total, en la que los universos narrativos se van uniendo, saltando de relato a relato. Uno o dos cuentos después, se sigue con la historia de los mismos personajes, en un momento posterior al que estaban en relatos previos. Esto en plena mezcla de música, tristeza, alcohol, blues, violencia, cansancio y lucha.
Nada es ruin o de bajo mundo aquí. Hay esperanza en lo que Urdánigo crea, combinada con belleza y resiliencia -en función de lo que ciertos seres deben vivir dentro de los cuentos-; así como ese sentido de comprensión de todo lo que sucede ahí.
El conocimiento de los universos que narra hacen posible que este libro no sea una inmersión exótica, sino una propuesta que equilibra lo que ahí sucede.
Porque la buena literatura, más que hablar sobre cierto espacio social o económico, pone a consideración del lector o lectora una historia, de esas que atañe a la humanidad. Urdánigo lo sabe y lo consige. habla de Waits, de él y de todos en estos relatos.
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