El conflicto con Palestina desde la mirada crítica del cine israelí
Si bien son producciones que tienen un punto de vista anclado en la perspectiva de un país, las ficciones de Israel no dejan la autocrítica de lado.
La serie 'Fauda', producida por Yes -Satellite Television, se puede ver por el servicio de Netflix.
Netflix
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En Foxtrot, el segundo filme de ficción de Samuel Maoz, de 2017, hay un grupo de jóvenes soldados en un punto de control alejado. Son miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel y es de noche.
Detienen un vehículo con cuatro palestinos y en medio de la tensa revisión rutinaria, disparan a matarlos. Los jóvenes israelíes confundieron una lata de cerveza que se le cayó a uno de los ocupantes con un explosivo.
Maoz destroza en ese momento. Los chicos no han querido matar a nadie inocente. Avisan a sus superiores, quienes van con maquinaria pesada y los hacen cavar un agujero para enterrar el carro, con los muertos adentro.
Y se les da la orden de no reportar el incidente.
Los cuatro jóvenes soldados cumplen lo que se les pide. Y es fácil reconocer en ellos que saben que lo que hacen no es lo correcto, pero es lo que tienen que hacer.
Foxtrot es un filme sobre los traumas de dos generaciones de israelíes que resisten y aguantan la espiral de violencia en la que viven, con el conflicto que está lejos de resolverse. Gente que encuentra mecanismos para saber cómo lidiar con el dolor.
Y que, de cara a la tragedia, entienden mucho de lo que sucede a su alrededor.
En 2017, cuando el filme ganó el Premio del Gran Jurado del Festival de Venecia, la ministra de Cultura de Israel, Miriam Regev, rechazó la película y la acusó de promover una narrativa antiisraelí.
La respuesta de Samuel Maoz -quien también se encargó del guion- fue contundente:
"Si critico el lugar en el que vivo, lo hago porque me preocupo. Lo hago porque quiero protegerlo. Lo hago desde el amor".
Es esa perspectiva que se mueve en un grupo de creadores israelíes que, sin necesidad de hacer una crítica directa, son capaces de sostener una mirada que asimila un conflicto interno, brutal y añejo.
Porque, ¿qué se hace desde lo narrativo si no es contar el mundo en el que se vive?
Una serie con una perspectiva polémica
Hay varias producciones israelíes que se pueden ver a través de Netflix y si bien no todas se enfocan en el conflicto Israel-Palestina, en muchos casos este flota en el ambiente.
Por ejemplo, en la serie Shtisel -creada por Ori Elon y Yehonatah Indusrky- que cuenta la historia de una familia de judíos ultraortodoxos, que viven en el barrio Geula, en Jerusalén.
No hay manera de que este drama/comedia toque directamente el tema bélico. Pero sí es capaz de dejarlo en evidencia.
Especialmente cuando, enfrentados a normas y procesos estatales, los personajes principales se quejan y dicen cosas como "¡Estos sionistas!", haciendo referencia al movimiento ideológico que promueve la migración de los judíos de la diáspora al territorio del Israel histórico.
Desde algunas perspectivas ultraortodoxas, el sionismo es una herejía. Según su creencia, el pueblo judío no tiene derecho a asentarse y gobernar en la "tierra prometida" sino hasta la llegada del Mesías. Y ese tipo de expresiones son las más políticas de la serie, que va por su tercera temporada.
Pero si se trata de hablar del día a día entre judíos y palestinos en el área, en ciudades, asentamientos y zonas ocupadas, hay que enfocarse en Fauda.
La serie creada por Lior Raz y Avi Issacharoff es una apuesta narrativa dramática y bélica. Basada en la experiencia de ambos dentro de las Fuerzas de Defensas de Israel, Fauda se enfoca en una unidad dedicada a detener ataques en contra de su país.
Y Hamas es la principal organización terrorista a la que hay que enfrentar o diezmar.
Fauda -que quiere decir "caos" en árabe- tiene un punto de vista israelí. Eso nunca cambia. Y si bien se centra en las amenazas a la que el país está expuesto, es capaz de tocar puntos neurálgicos de la relación entre Israel y Palestina.
Entre ellos, la diferencia de poder entre ambos bandos. Algo que se aplica en la manera en que los personajes palestinos son tratados en pantalla.
Así como en la relación amorosa entre Doron Kavillio (Lior Raz) y la doctora Shirin Al Abed (Laëtitia Eïdo). Una tragedia propia de una historia de espionaje, en la que él tiene todo el poder y ella no tiene posibilidad de control alguno sobre lo que pasa a su alrededor.
El desenlace de ese amor -en la segunda temporada- es un gran giro para la serie.
Los miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel organizan operativos en bodas de familiares de palestinos vinculados con Hamas, en los que siempre matan a alguien.
La agrupación terrorista devuelve el fuego y mata o hiere a los agentes israelíes. Todo personaje que aparece en pantalla, puede ser que muera en cualquier momento.
Las bajas son de lado y lado. La violencia también. Pero Fauda se centra, sobre todo, en la acción de los suyos.
Y si bien la serie va detrás de Doron Kavilio y cómo su trabajo le ha pasado factura a cada aspecto de su vida, es en la tercera temporada que los realizadores pisan el acelerador.
Muestran la situación en la Franja de Gaza y cómo, en la búsqueda de ingresar al núcleo de los movimientos terroristas, los agentes de Israel son capaces de destruir la vida de inocentes y de convertirlos en sus propios enemigos.
No es nada nuevo en este tipo de ficciones, pero con la historia de esta zona y la manera en que los creadores la han asimilado, esa apuesta tiene mucho peso.
Doron aparece como un rey Midas al revés. Que aniquila todo lo que toca. Pero, ¿a costa de qué? El cierre de la última temporada de esta gran serie lo deja en claro: lo único que sucede es que la historia se va a repetir, una y otra vez. Un joven palestino se radicalizará y jóvenes israelíes van a perder la vida.
Fauda ha sido criticada por voceros palestinos, sobre todo por su forma de mostrar el conflicto y por lo que consideran propaganda.
Esa es una posición un tanto injusta, ya que la serie es muy clara sobre desde dónde está narrando todo. Sin embargo, se arriesga a mostrar los claroscuros y eso, en muchos casos, es suficiente.
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