Un día en el Cementerio de Guayaquil, lugar patrimonial y turístico
El antiguo panteón de Guayaquil guarda incontables leyendas fantasmagóricas, tumbas de reconocidos personajes de la historia de Ecuador, pero también la historia de personas vivas y recorridos turísticos para conocer este lugar patrimonial.
Escultura del Cementerio patrimonial de Guayaquil
Instagram del cementerio.
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Adentrarse en el cementerio de Guayaquil es entrar en la historia de Guayaquil, la de sus antepasados, sus migrantes, sus artistas, próceres y su amor por los gatos.
Contrario a lo que puede creerse, el Cementerio de Guayaquil está lleno de vida.
Desde muy tempranas horas hay personas visitando tumbas, limpiándolas, colocando flores y otros detalles para sus familiares e, incluso, en tumbas de desconocidos.
Los trabajadores adecuan los espacios. Los artistas decoran lápidas. Y una colonia de gatos se pasea en cada rincón del cementerio dejando su característico olor impregnado cada espacio.
En la puerta tres del Cementerio, están los indicativos para las cuatro rutas turísticas del lugar: escritores y artistas, artistas (que realizaron obras en el cementerio), presidentes y próceres.
En el lugar se encuentran los mapas de ubicación de cada uno de los históricos personajes.
El cementerio tiene una característica: en sus primeras puertas se encuentran los personajes más ilustres, o de familias más conocidas o acaudaladas.
Es evidente que hay "clasismo" o separación por grupos sociales o religiosos.
Leticia Sánchez, quien realiza los recorridos turísticos en el lugar, explica que historiadores como Javier Delis y Eduardo Estrada han escrito sobre los notorios estatus sociales del cementerio.
Añade que incluso los españoles tenían una lista de "tonos de piel" para recomendar dónde debía vivir la gente en la ciudad, y también dónde debía ser enterrada.
En mapas del cementerio de 1839 y 1870 se ven las divisiones de 'minicementerios': protestante, judío, católico, de bomberos, a zona de Lazores y otros grupos.
La zona de las familias conocidas de Guayaquil es amplia y se caracteriza por tener una arquitectura y decoración impresionante. Una auténtica obra de arte, que es Patrimonio Cultural de nuestro país.
Hay esculturas, mausoleos con grandes columnas y mucha vegetación en el lugar.
En la década de los veinte, llegaron arquitectos y escultores italianos a Guayaquil, para la construcción de la gobernación, el Municipio, entre otros edificios importantes.
Estos también trabajaron para las familias acaudaladas de la ciudad para construir sus mausoleos y “reafirmar” su estatus social, según indica el sitio web del cementerio.
Uno de los más conocidos y con numerosas obras fue Enrico Pacciani, y entre estas, la más bella es el beso del ángel.
Entre estas obras de arte, sobresalen las de las familias: Sotomayor Luna, Gastelú, Aspiazu, Dassum Brusa, Tous Febres Cordero, Ayluardo Calderón, Luque Plata y Avilés Boloña, todas cercanas a la puerta tres.
Artistas en el Cementerio de Guayaquil
En las primeras puertas se encuentran las tumbas del escritor Enrique Gil Gilbert y su esposa, Alba Calderón, artista plástica.
Además, las de Numa Pompilio Llona, Juan Montalvo, José Joaquín de Olmedo, Joaquín Gallegos Lara y Medardo Ángel Silva.
Muy lejos de estas, cerca de la puerta 13, pero seguramente mucho más visitada, está la de Julio Jaramillo, en donde cada año se realizan homenajes musicales al inolvidable cantante guayaquileño.
Presidentes y próceres en el Cementerio de Guayaquil
En el Cementerio de Guayaquil están enterrados 14 presidentes del Ecuador.
El mausoleo que más se destaca, por su tamaño, es el de Vicente Rocafuerte, el primer mandatario ecuatoriano que tuvo el país.
También están Clemente Yerovi, Francisco Robles, Emilio Estrada, Eloy Alfaro, Carlos Julio Arosemena (padre e hijo) y Jaime Roldós Aguilera.
Se puede visitar también las tumbas de personajes importantes en nuestra historia, como Francisco María Roca, José de Villamil, Diego Noboa y Arteta y Francisco de Marcos.
La parte alta, ¿el olvido?
En la parte más alta del lugar, están las tumbas más humildes. Algunas tienen flores y nombres, pero la mayoría parece estar en el olvido.
En algunas zonas hay escaleras y en otras, hay que subir escalando el cerro.
El lugar es conocido como San Lázaro, pues es el nombre con el que antes también se conocía al cerro de El Carmen.
Allí, el clima cambia, hace menos calor que en la parte baja, porque está lleno de árboles y hay una gran vista de la ciudad.
Leyendas del Cementerio de Guayaquil
La mayoría de historias del cementerio son antiguas, y no han nacido precisamente allí, como la historia de La Dama Tapada, el Tintín, o la viuda del tamarindo.
Pero hay relatos que han nacido en el lugar, como las historias de brujos y santeros que trabajando en la zona de San Lázaro, o la antigua leyenda del árbol encantado de naranjo.
Hace mucho tiempo se decía que, cerca a la tumba de Olmedo, había un frondoso naranjo. Los visitantes muchas veces tomaban algún fruto y no pasaba nada. Pero cuando alguien se portaba abusivo y cogía muchas naranjas, sentía aturdimiento y se perdía en el lugar. Había dos soluciones: dejar los frutos e irse corriendo, o rezar.
También hay tumbas de muertos desconocidos a los que los visitantes les van a hacer peticiones. Por ejemplo, hay una de 1890 o la del Brujo, en donde a diario dejan velas, flores, dulces y otros regalos.
Este mes, los Walking Tours, organizados por el Municipio y la Empresa de Turismo, se han dedicado a este tema.
El último se realizará este sábado 3 de noviembre a las 17:00. Para acudir hay que registrarse mediante un formulario.
Las historias no terminan y van mutando. Ahora hay pruebas digitales. Uno de los guardias del lugar cuenta que a veces "ven cosas", y muestra un video en su celular, en el que parece verse una persona pequeña, en movimiento, mirando hacia la cámara.
Se ríe y dice que no le da miedo.
El cementerio es inmenso, lleno de detalles que encantan e información que hace volar la imaginación. Uno puede caminar por sus extensos y culebrescos pasadizos imaginando la vida de muchos.
Hay nombres en desuso, como Agripina, Alcides o Florencio y otros tan extraños como Perfecto u Honoria.
Hay tumbas que nunca fueron nombradas o en las que el tiempo borró las señales puestas por sus familiares.
Es un cementerio de muchas lecturas, en el que el olor a gato siempre te acompaña.
Estos, escurridizos, son los únicos que se atreven a irrumpir el descanso de los muertos y a saltar de tumba en tumba, sin que nadie, vivo o muerto, diga nada.
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