'Bridgerton': el drama de época que conquista Netflix
"Bridgerton" es la más reciente serie producida por Shonda Rhimes y certifica, una vez más, la capacidad que tiene para generar éxitos.
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En 2005, la productora, creadora y directora Shonda Rhimes lanzó una bomba. Por 17 temporadas, la serie de ABC, Grey’s Anatomy, ha seguido la vida y carrera de Meredith Grey, desde que era internista hasta que llega a ser jefa de cirugía.
Su camino se cruza con el de otros tantos personajes que orbitan el ambiente hospitalario. Así llegan romances, desengaños, pérdidas, amistades y relaciones complejas, siempre atravesadas por los casos médicos que los protagonistas enfrentan.
Es una serie exitosa y de culto, la piedra angular de Shondaland. Se trata de la productora con la que Rhimes luego lanzó Scandal, How to get away with murder y, recientemente −rompiendo su relación con ABC− Bridgerton.
Estas son series que, de alguna u otra forma, se ciñen a los cimientos narrativos de Grey’s Anatomy.
Como patrón, mapa, como fórmula que se reconoce como creadora de éxitos,
Rhimes, una mujer negra, está en las antípodas de la imagen del poderoso productor y showrunner. Esa presencia que ha dominado, y aún domina, el mundo del entretenimiento televisivo.
Sus personajes femeninos siempre han tenido una construcción compleja, además de posiciones de poder y sensibilidades con las que los espectadores conectan fácilmente.
En Bridgerton, Rhimes realza la ignorancia en temas sexuales, académicos y de cualquier otra índole que reinaba en las mujeres de esa época. Bajo la premisa de que sean buenas esposas, tengan hijos y no inportunen a sus maridos.
También se indaga sobre la diversidad racial de la época, que ha sido invisibilidad en los dramas de período. Esto, especialmente a través del personaje de la reina Carlota (algunos historiadores le han atribuido raíces mestizas, aunque no hay consenso entre los especialistas) y del duque de Hastings.
Un éxito que tiene sentido
Con la serie, Rhimes vuelve a golpear el tablero, estrenándola en alianza con la cadena de streaming Netflix. Bridgerton alcanzó el mejor estreno que la plataforma ha tenido, con 82 millones de reproducciones en sus primeros 28 días de estar al aire. Fue la número 1 en países como Estados Unidos, Reino Unido, Brasil e India.
Eso explica por qué ya se anunció que existirá una segunda temporada.
La serie es una adaptación de la primera de ocho novelas románticas de época, de Julia Quinn (seudónimo de la escritora estadounidense Julie Cutler). En ellas sigue las aventuras y el respectivo drama, alrededor de las relaciones de cada hermano de la privilegiada familia Bridgerton.
Es una historia de época, ambientada en los círculos de la alta sociedad londinense, alrededor de 1813. Pero, es un Londres bañado en luz ámbar, technicolor casi, opulento, racialmente diverso.
Las texturas y la exuberancia se manifiestan en las pelucas, en los banquetes, en la decoración, en las escenografías. Así como en los jardines, en los salones lujosos y en las intrincadas dinámicas de socialización.
Es el inicio de la temporada en que las mujeres jóvenes de las familias de mayor alcurnia −comandadas por sus madres y las rígidas reglas del cortejo y modestia de la época− debutan en sociedad.
Ellas van a suntuosos bailes, empacadas en corsés imposibles, para encontrar el mejor candidato a marido (hablamos de fortuna, títulos nobiliarios y reputación intachable).
Daphne (Phoebe Dynevor), la Bridgerton mayor –creyente del amor e ignorante en temas de sexualidad elementales– es arrojada a esta vorágine de rituales y protocolos. Es aquí cuando conoce a Simon, el atractivo duque de Hastings (Regé-Jean Page) –que ya suena como candidato para ser el próximo James Bond–.
El duque es el soltero más apetecido, aunque no tiene ninguna intención de casarse. En realidad arrastra una promesa del pasado que considera inquebrantable y que le impide tener una familia.
Para sobrevivir a las respectivas presiones sociales y familiares, Daphne y Simon forjan una alianza. Esta los lleva por caminos que serpentean entre diálogos dinámicos −a veces rozando lo cursi−, una amistad que deviene en amor y escenas con que recuerdan a Cincuenta sombras de Gray.
Una voz que mueve los hilos
A pesar de los dramas, de los cortejos, de los múltiples personajes que aparecen y nos muestran algunas de sus capas, es Lady Whistledown, a quien conocemos solo a través de la voz en off de Julie Andrews, quien conduce al espectador y narra los acontecimientos. Ella es la que intenta mover las fichas para cocinar más drama.
Y lo hace a través de unos boletines impresos a los que la alta sociedad se hace adicta, y que contienen los chismes que pueden enterrar o levantar reputaciones. Todos le temen a la pluma de Whistledown. Sí, Gossip Girl en el siglo XIX.
Si bien Bridgerton puede topar picos melodramáticos innecesarios, sus primeros capítulos son ágiles, en especial la parte del cortejo entre Daphne y Simon.
También lo que sucede con la deliciosa presentación y desarrollo que se hace de personajes como la modernísima Eloise Bridgerton (Claudia Jessie), o Penelope Featherington (Nicola Coughlan), o la Reina Carlota (Golda Rosheuvel), quien vive una historia de soledad en un palacio, junto a marido-rey con demencia.
Incluso Simon, en sus momentos menos neuróticos, resulta un personaje con cierta complejidad. Él también intenta romper arquetipos, así como estereotipos de raza y género.
Sexo, escándalo, romance, intrigas y el misterio de la verdadera identidad de Lady Whistledown, todo en una ambientación lustrosa y exquisita, hacen de Bridgerton una serie para consumirla capítulo tras capítulo. Aún perdonando los momentos en que el ritmo declina o empalaga.
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