Asesinatos de tinta o cómo usar la ficción para ajustar cuentas
Freud decía que el arte sublima pulsiones destructivas como la venganza. Algunos escritores, poetas y músicos han usado los asesinatos de tinta para inventar la muerte de un rival o de un ex amante.
En la "Divina Comedia", Dante Alighieri se venga de un ex vecino.
Archivo Mundo Diners
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Este artículo está basado en la nota: "Asesinatos de tinta: venganza en el terreno de la ficción", publicado en la revista Mundo Diners.
Una forma ingeniosa de ajustar cuentas es usar la tinta para denunciar o ridiculizar a un enemigo o a un ex amante. Y ejemplos los hay en todas las artes: el más reciente caso fue la canción de Shakira a Piqué.
Las obras artísticas han permitido que los agraviados hagan justicia ante lo que consideraban una afrenta personal.
Sin embargo, en algunos casos, los insultos y las sátiras no bastan para reparar los daños. El odio es una pasión que exige más y que tal vez solo puede aplacarse con la muerte de quien causó una humillación o un dolor insoportable. Aquí es cuando entra en escena la palabra como arma para provocar una muerte de ficción.
Condena al fuego eterno
Filippo Argenti era un joven impetuoso, con una carrera política y grandes ambiciones. Su vecino pertenecía a un partido opositor, y también tenía un carácter difícil. De ahí que peleaban constantemente. Por ejemplo, se dice que una vez se encontraron en la calle y Filippo lo abofeteó en público.
Sin embargo, la enemistad se acentuó cuando los copartidarios de Filippo condenaron al vecino al exilio y el hermano de Argenti se apoderó de los bienes del exiliado. La víctima de estas injusticias fue el gran poeta Dante Alighieri, quien no dudó en hacer justicia por escrito y asesinar con tinta a su enemigo.
En su "Divina comedia", una de las piezas maestras de la literatura universal, Dante describe el infierno e imagina castigos atroces para diferentes tipos de pecadores. Entonces, cuando el protagonista de la historia recorre uno de los círculos del infierno, en el canto VIII, se encuentra con el odiado Filippo Argenti, quien ha sido condenado a un espantoso tormento.
Desengaño amoroso
No solo los escritores comenten asesinatos de tinta. De hecho, hacia finales de los sesenta, el joven músico británico Cat Stevens conoció a Patti D’Arbanville, una adolescente estadounidense de dieciséis años. Ella se había hecho con un papel en la película "Flesh", de Andy Warhol y se fue de viaje a Londres para continuar con su carrera como modelo.
Stevens quedó encantado con ella y empezaron a salir. Durante más de un año D’Arbanville lo acompañó a algunas de sus giras. Ella también viajaba y tenía ofertas interesantes para su carrera. A Stevens le parecía que la relación iba muy bien y le propuso a Patti tener algo más formal. Ella le contestó que no y se marchó a Nueva York por un mes.
Con el corazón roto y con la angustia de no saber qué sucedería entre ellos, el músico se puso a escribir. Asumió tan profundamente el duelo que compuso la canción “Lady D’Arbanville”, en la que se dirige a ella como si estuviera muerta, en su tumba, y le dice:
“I loved you my lady, though in your grave you lie
I’ll always be with you
This rose will never die, this rose will never die”.
Cuando los celos matan
Durante años la escritora y feminista, Simone de Beauvoir, tuvo una relación abierta con el filósofo francés Jean-Paul Sartre. Nunca se casaron, pactaron una honestidad del uno con el otro y mantuvieron otros amantes respectivamente.
Olga Kosakiewicz fue una de las protagonistas de un triángulo amoroso con la pareja. Inicialmente ella había sido alumna de Beauvoir y luego se convirtió en su amante. A esta relación se unió Sartre, quien se había enamorado de Olga.
La joven estuvo con él un tiempo, pero pronto lo dejó por Jacques-Laurent Bost, amante de Beauvoir y discípulo del filósofo. Para apaciguar su ego herido, Sartre buscó a Wanda, la hermana de Olga, y empezó una relación con ella.
En sus obras, Beauvoir mencionó los celos que le provocaron estas aventuras.
En la novela "La invitada", contó detalles tomados de la vida real. Lo hizo a través de los personajes ficticios de Pierre y Françoise, una pareja que se lanza a tener un romance con la joven Xavière (personaje que combinaba rasgos de Olga, Wanda y otras amantes de Sartre). En la historia, Françoise termina asesinando a Xavière, quizás como una sublimación de los deseos de la propia autora, que, por el acuerdo realizado, conocía todos los pormenores de las otras relaciones de su pareja.
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