Anne Carson lee a Proust y el mundo es un lugar mejor
"Albertine, rutina de ejercicios" es un trabajo impecable y quizás una humorada perfecta, salida de la cabeza de Anne Carson.
Diego Corrales / PRIMICIAS
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El libro como objeto puede ser muchas cosas. Debe ser muchas cosas. Todas las que quien lo escribe puede conseguir. Todas las que quien lee puede o va a desentrañar.
Con eso en mente, Albetine, rutina de ejercicios, de Anne Carson, es un acto de pasión hacia lo que ella había experimentado con la lectura de los siete tomos de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Una especie de continuación en el terreno de la escritura.
Este libro es un mapa del tesoro, incluso si no se ha leído la obra monumental de Proust. A veces, la literatura se vive de una manera intensa a través de la lectura de otras personas.
Esa maestría implacable de Carson aparece aquí, en un tipo de tratado / ensayo -quizás libro de humor y sobre cómo se crea la ficción-, que es capaz de dar algún tipo de respuesta sobre si leer o no una obra a la luz de la biografía de su autor.
Para esto, la poeta y académica canadiense orbita alrededor del personaje femenino fundamental de esa "epopeya" de Proust. Albertine, la que huye y trastoca el orden de las cosas, como se percibe en la sexta parte de En busca...
Estar en forma y jugar con los clásicos
Leer es releer. Carson aplica su lectura atenta y ofrece datos, los compara, corrige. Revela incongruencias y hasta juega con la congruencia del mismo texto que intenta.
No es novedad que un autor o autora intente seguir con universos ajenos y que se han quedado interrumpidos o que pueden ofrecer más. La novedad es lo menos importante en este ejercicio de 59 entradas -párrafos- con varios apéndices.
Aquí flota la reflexión, el homenaje, el descubrimiento, la experiencia crítica, esa revelación alrededor de temas como la relación del hombre con la mujer, la ramificación de la vida real en las páginas, la sexualidad y, obviamente, el recuerdo.
Más que desentrañar a Proust, Carson habla sobre ella como lectora, como escritora.
Juega. Y en ese juego redimensiona mucho del trabajo del autor francés y lo que la escritura es para quienes leen. Ella triunfa, genera placer y gracia.
Sobre todo cuando en el apéndice 15 (a) habla sobre los adjetivos que usa Proust para caracterizar al aire. Lo divide por tomos, va del primero al séptimo. Los enumera, son varios. Para al final lanzar su propio adjetivo.
No queda más que una sonrisa como consecuencia de la lectura.
Carson es monumental. Su premio Princesa de Asturias debe funcionar como una buena razón para acercarse a su obra.
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El proyecto literario que por excelencia habla sobre la memoria, los caminos que toman los recuerdos y cómo se van moviendo. Más de 4000 páginas en las que se rompe la división entre el Proust que narra y el que vive. Una publicación que ahora tiene mucho más sentido que antes, sobre todo porque en plena pandemia, la vida se puede mirar hacia atrás y puede ser vista también como el lugar de las nimiedades y de las experiencias totales.
"Capítulos que se le olvidaron a Cervantes", de Juan Montalvo
Juan Montalvo en clave de "fanboy". Un "fanfiction" más que descubre al ecuatoriano maravillado por la obra de Miguel de Cervantes, por lo que decide crear un libro que funciona como una de las tantas historias apócrifas de El Quijote, pero con una particularidad -que se explica muy bien en el fabuloso prólogo del libro-: la idea de que ese personaje de la caballeresca es lo más alto y lo más gracioso del mundo. Esa dualidad es la que hace que Montalvo intente un libro que se publicó años después de su muerte.
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