Los 84 años de un mito llamado Julio Jaramillo
Julio Jaramillo, en su momento de gloria artística.
Documental "Si yo muero primero"
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Depende del cristal por el que se lo mire. Julio Jaramillo, conocido como simplemente J.J., podría ser el Elvis Presley que necesitaba Latinoamérica en plenos años 50. También podría ser el Frank Sinatra que cantaba en español, gracias a esa voz de una dulzura y afinación que sigue encantando.
Se podría decir mucho sobre él, lo cierto es que en una época en la que la tecnología de grabación era rudimentaria, Julio Alfredo Jaramillo Laurido —nacido el 1 de octubre de 1935 en Guayaquil— sobresalió por su calidad interpretativa.
No solo un gran cantante, sino alguien que supo y entendió —de forma natural— como hacer de su voz una herramienta de histrionismo único.
Cuando cantaba, se podía sentir la emoción que la letra del tema le exigía. Su apodo de "El ruiseñor de América" no fue en vano.
J.J. fue también ese gran embajador de la música ecuatoriana —aunque interpretó géneros musicales que no era nacionales, como el bolero—, cuando algo así sucedía de manera natural.
Es más, siguiendo la senda de Carlos Gardel, la disputa por su nacionalidad llegó a tener a cinco países como protagonistas: Colombia, Venezuela, México, Argentina y el propio Ecuador. Esto, por una carrera que se internacionalizó de forma muy temprana.
Para la década de los 60, Julio Jaramillo era una estrella latinoamericana. Eso estaba acompañado de los excesos dignos de un rockstar: alcohol y mucho, así como relaciones con tantas mujeres que dieron por resultado casi cinco decenas de hijos; en medio de varios matrimonios, algunos anulados porque en un país se casaba, mientras seguía casado en otro.
Una vida enmarcada dentro de la bohemia, se supone. La que solo se ha visto desde la reverencia y hasta como modelo a seguir de lo que se considera el rol del hombre y artista.
Tenía 42 años cuando murió en Guayaquil, el 9 de febrero de 1978, se supone que por complicaciones en la vesícula, por un infarto, por su consumo de alcohol.
Su sepelio fue un acto multitudinario, como lo evidencian las imágenes de televisión y fotografías de diarios de entonces; así como el intenso y poderoso poema de Fernando Artieda: Pueblo, fantasma y clave de Jota Jota.
Desde 1993, por un decreto del entonces presidente Sixto Durán Ballén, el 1 de octubre de cada año se celebra el día del pasillo ecuatoriano. Un guiño más a esa importancia sonora que tiene y seguirá teniendo Julio Jaramillo en la conciencia del país.
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