En Guayaquil se crea objetos a partir de hongos
Docentes y estudiantes de la ESPOL están enamorados de un proyecto que nació hace dos años como un hobby. Gracias a un trabajo multidisciplinario de investigación, ya crean bloques, macetas, lámparas, cualquier cosa que se les ocurra.
Hongo de la madera
Tipo de hongo que se trabaja en investigación en la Espol.
Autor:
Actualizada:
Compartir:
En el campus de la Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL) muchos, y no solo profesores y estudiantes, recogen hongos. ¡Sí, hongos! Desde hace dos años, un proyecto en el que están involucradas varias carreras ha entusiasmado a toda la comunidad universitaria; a medida que las investigaciones avanzan cada vez se enamora más de los 'honguitos'.
Lo que nació como un hobby, se convirtió en una de las tareas más importantes -y se espera que inspiradora- de la universidad. Se trata de la creación de un biomaterial, a partir de hongos, capaz de originar cualquier objeto que la creatividad lo permita. Bloques, macetas, lámparas, paneles, muebles…el cielo es el límite.
La ingeniera agrónoma, especializada en Biotecnología, Daynet Sosa, es la cabeza de esta innovadora aventura. Ella lidera un grupo de alrededor de 12 cabezas de las carreras de Biología, Materiales, Química y Diseño, y decenas de estudiantes que han ido entrando y saliendo de las aulas involucrados en el proyecto, lo que le ha dado continuidad a los avances en la investigación. Y, precisamente, todo empezó como un hobby, cuando Sosa caminaba por los campos de la institución con algunos estudiantes y vieron los hongos, muchos hongos. ¿Qué podríamos hacer con ellos? Un biomaterial, un desarrollo relativamente nuevo en el mundo, pero que será uno de los materiales del futuro.
Esta tecnología utiliza un ser vivo, en este caso, hongos, que son los grandes desconocidos y desaprovechados de la biodiversidad. Sin embargo, el potencial que tienen en muchas áreas de la vida diaria es enorme. “El biomaterial que hacemos utiliza dos cosas: por un lado, un subproducto de desecho que es la cascarilla de arroz, que es un gran problema para esa industria; y, por otro lado, hongos de la madera”.
Según explica la investigadora, el proceso se enfoca en poner a crecer el hongo en un alimento (sustrato) que es la cascarilla de arroz. Eso le gusta al hongo, por lo que se desarrolla con mucha rapidez. “Hemos intentado que el proceso sea lo más barato posible, usar mínimas condiciones específicas para que el proceso no sea costoso. Lo más interesante es que el hongo adopta la forma que se le dé, porque como es un organismo vivo se le puede ir moldeando en la forma que queremos que crezca, en forma de maceta, de lámpara, de silla, todo depende del molde en el que se lo ponga. También se puede modular lo que va a comer. En función de la comida que se le da, expresa unas características mecánicas y físicas que después se van a traducir en un material con propiedades diferentes. Del hongo, utilizamos el micelio, que es como una red de fibras conectada como una malla de pescador para ejemplificar. En función del nudo y del tamaño del agujero de la red, la malla va a ser más fuerte, más ligera, más densa, mas o menos resistente, más o menos elástica. Y esto lo podemos hacer dándole un sustrato con diferentes características: tamaño de partícula, proporciones de diferentes sustratos, complementos que se le añadan al medio de crecimiento, y dándole distintas condiciones de cultivo: temperatura, humedad, aireación, etc.”.
Otra ventaja que tiene este biomaterial, es que es completamente biodegradable, se convierte en alimento para otros organismos vivos una vez que se desecha. El hongo crece en función del molde y cuando se lo inactiva, queda el esqueleto entretejido por la cascarilla, adoptando la forma deseada. “Nosotros hemos construido bloques, macetas, portalápices, corazones, lámparas, paneles para las paredes (retiene el ruido pero también lo amplifica tiene propiedades acústicas interesantes). Cuenta con un componente alto de investigación. Desde la academia le damos un valor añadido, donde el conocimiento que generamos puede servirle a cualquiera para producirlo hasta en su casa”.
En el mundo existen millones de hongos. En el caso del proyecto de la ESPOL, se utilizan los hongos de la madera. Su colección suma 200 especímenes y, hasta el momento, se han trabajo biomateriales con unas 17 cepas provenientes de nueve especies. De ahí el enorme potencial. Incluso para ya pensar en aplicaciones dentro de las diferentes industrias. De hecho, según cuenta Sosa, el gerente general de una empresa guayaquileña les planteó que, si son capaces de crear un panel (para casas) en el que se quede pegado el biomaterial a dos láminas de acero, la empresa podría poner en marcha un cambio en el proceso industrial para reemplazar poliuretano por esta innovación.
“Hay muchas posibilidades, pero es necesario un cambio de mentalidad. Las tecnologías, mientras más avanzan, más abaratan costos. Lo que hay que hacer es lanzarse, continuar investigando. En el mundo, Dell hace sus empaques de computadores con biomateriales. IKEA ya hace cosas también y otras empresas europeas de base tecnológica. Acá, falta que la empresa empiece a pensar en eso".
Compartir: