Los latinoamericanos, entre la marea humana apesadumbrada que despide con gratitud a su Papa Francisco
PRIMICIAS está en Roma para cubrir el funeral y sepelio del Papa Francisco. Miles de personas inundan las calles de la capital italiana para poder acercarse y decir adiós. Una crónica de la jornada.

Ramón Mendoza es un ecuatoriano que vive en Roma y que fue a despedir al Papa Francisco.
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Mónica Almeida
Autor:
Mónica Almeida, enviada especial
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ROMA. El mundo católico ha perdido al Sumo Pontífice, la comunidad latinoamericana radicada en Roma ha perdido a su Papa, a Francisco, al argentino que habló de migración, de solidaridad y que quiso poner a los pobres en el centro de la Iglesia. Por eso no querían pasar desapercibidos el último día del funeral, este viernes 25 de abril, para rendirle honores.
La comunidad de creyentes se había dado cita en la Plaza Pía, conectada con la Plaza San Pedro por la Via della Conciliazione, a partir de la 13:00. Querían ir juntos. Lo hicieron en medio de los miles de feligreses, jóvenes peregrinos, turistas y curiosos venidos de todo el mundo, que convirtieron a esas calles de Roma en una marea humana apesadumbrada, pero satisfecha de poder decir “¡adiós!” frente al féretro.
Un primer puñado de mujeres estuvo puntual junto con el capellán Gerardo, a quien llaman el capellán latinoamericano y en honor a ese nombre lucía un pañuelo con las banderas de la región. Peruanas, guatemaltecas y colombianas formaron el primer grupo. Llegaron a Roma en los años noventa y aprovecharon de que este viernes 25 de abril es feriado, por el día de la Liberación de Italia en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, para ir a despedirse de Francisco I. No sabían si mañana sábado podrían ir al entierro.
Sentadas en la banca de la plaza, algunas lucían sus huipiles guatemaltecos y otras, vestidos con el tricolor colombiano, esperaron impacientes hasta la 13:30 y echaron a andar. Hacía un poco de calor, se calculaba que se demorarían tres horas haciendo la fila y no querían salir demasiado tarde. Tampoco se sabía si San Pedro se iba a cerrar a las 6 o las 7 de la noche. Francisco estará siempre en sus corazones.
Casi al mismo tiempo llegaron los peruanos de la Hermandad del Señor de los Milagros, que tiene un capítulo en Roma. Fueron solo de terno oscuro, con sus pesadas túnicas moradas y grueso cordón blanco guardados en fundas, pues su cita era a partir de las 14:00. Se apostaron casi donde comenzaban las barreras de ingreso para terminar de vestirse y formar su grupo. Ingresarían un poco después.
José Orellana, mayordomo de la Orden, contó que cada 18 de octubre también hacen una procesión en Roma. Tienen una réplica de la imagen del Señor de los Milagros, cuya procesión en Lima es multitudinaria y uno de los mayores actos de fe católica peruana. El original tiene al reverso la imagen de la ecuatoriana Virgen de las Nubes.
El Papa Francisco no les era desconocido. Orellana relató que cuando era joven, el padre Bergoglio había oficiado misas en Mendoza (Argentina) para la Hermandad, que fue reconocida por el Vaticano durante el papado de Juan Pablo II. Sin discusión: la comunidad peruana radicada en Roma es católica y conservadora, asegura.
¿Qué saldrá del Cónclave? José Hernández, miembro de la Hermandad, responde: Nada es seguro, pero en voz baja se dice que será un Papa italiano.

Todo se alista para la ceremonia del funeral
Todos los celulares comenzaron a sonar al mismo tiempo. Un mensaje de texto de la Defensa Civil anuncia que la Plaza San Pedro se cerrará a las 17:00 por los preparativos que se deben realizar para el funeral de este sábado 26. En efecto, desde muy temprano hay una colmena de hombres y mujeres armando tarimas y pantallas para el acontecimiento. Cada 20 minutos se escucha el sobrevuelo de un helicóptero.
En ese momento apareció Lucero, vestida de traje negro de charra mexicana con sombrero, y luciendo una hermosa sonrisa. Les vino a dar una vuelta a los de la Hermandad para saludarlos y saber si ya estaban listos. Ella se había ubicado más adelante con un grupo de jóvenes que conforman Fenam, la Federación Nacional de Asociaciones Multiculturales, esperando a que llegaran más jóvenes para apostarse en la fila.
Segunda generación de migrantes, que vinieron siendo niños, portaban una gran bandera blanca, y en su mayoría vestían de blanco, para saludar al Papa llevando un mensaje de paz y comprensión entre comunidades de distinto origen. No son solo latinoamericanos, trabajan también con la asociación de voluntariado Mama África.
Presencia ecuatoriana para despedir a Francisco
Portando su cartel de Fenam estaba la ecuatoriana Nicole Tapia, que llegó a Roma en 2008, con apenas doce años. Está por graduarse de Turismo y a veces se le escapa una entonación italiana en medio de su español.

Cuenta que en noviembre del año pasado hicieron un festival de comunidades católicas migrantes junto con italianos. Ese día, cada comunidad llevó un patrono representativo, que en el caso de Ecuador fue la Virgen del Cisne.
Este viernes organizaron una misa temprano por el Papa, a quien admiran porque volvió a la migración un tema político. En Italia, a veces es un poco difícil la integración porque hay comunidades de distintos países, asegura la presidenta de la Federación, Jéssica Gómez, matemática de origen colombiano.
Junto con Natalia Beltrán forman un trío sonriente y se comienzan a apostar para hacer la fila, de donde ya no hay retorno. Dicen que el trabajo de la Federación es su voluntariado. Nicole señala que la misión es ayudar a los recién llegados a insertarse en Italia sin perder sus raíces.
Casi enseguida las viene a entrevistar Ramón Mendoza, convertido en reportero por las circunstancias. Luce su ecuatorianidad con una bandera a modo de capa y con una bufanda tricolor. De 60 años, migró en el 2002 a Roma y vive muy cerca del Vaticano. Es chofer y ahora estudia comunicación a distancia, en la Universidad San Gregorio de Portoviejo. Transmitía en vivo desde su teléfono celular para la radio universitaria, cuando ya iban a ser las 15:00 de Roma (las 08:00 de Ecuador).
Finalmente se acaba la transmisión vivo y me deja entrevistarlo. Casi todos los domingos venía a la misa en San Pedro, pero el pasado 20 de abril no pudo por un problema familiar. No asistió a la última misa que dio el Papa Francisco. “El lunes me levanté en la mañana y venía al Vaticano, vi la noticia y no la creí…”. Ramón no logra contener sus lágrimas. Siempre recordará al Papa Francisco porque “para él, el pobre era el centro del mundo”.
En San Pedro también hacen fila miles de peregrinos adolescentes, venidos de todo el mundo, son los “Peregrinos de la Esperanza”. Este fin de semana de tres días era dedicado al Jubileo de los Adolescentes, y en efecto están por todos lados. Cargan pesadas mochilas con sleeping bags y son guiados por monjas y curas. Todos bien identificados con camisetas o chompas de colores. “Pueden ser peregrinos desde los once años”, me aclara uno de los organizadores, apostado junto a un cartón repleto de identificaciones, en la puerta de una de las iglesias que acogerá a los grupos.
Me quedo todavía un rato viendo salir a la gente. Ya se despidieron del Papa y se les nota ese gusto del deber cumplido por haber expresado un deseo, una oración y un adiós. Es imposible ingresar a la Basílica Santa María la Mayor (conocida también como Santa María de las Nieves). Largas colas circundan la manzana de este hermoso e imponente templo que acogerá la tumba de Francisco, el papa latinoamericano. Empiezo entonces mi retorno a la estación de Roma Termini, la ciudad no deja de ser un hervidero de catolicismo y esperanza de mejores días para la Iglesia y para el mundo.
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