Garajes llenos y calles vacías: el miedo al control migratorio frena a los food trucks en Nueva York
El 96% de los vendedores ambulantes en Nueva York son migrantes y muchos, indocumentados. Las redadas y nuevas restricciones han vaciado las calles y saturado los garajes, afectando la economía local y la alimentación de la Gran Manzana.

Fotografía de un puesto ambulante de perritos calientes en Manhattan (Nueva York) en una imagen de julio de 2024.
- Foto
CHARLY TRIBALLEAU (AFP / GETTY IMAGES).- Foto Cortesía Exclusiva - El País.
Autor:
María Antonia Sánchez-Vallejo
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Muchos garajes de la Nueva York no dan abasto para alojar food trucks —los característicos camiones de comida, una imagen consustancial a la ciudad— desde que la Administración de Donald Trump lanzara su ofensiva contra la inmigración irregular a finales de enero de 2025.
El 96% de los 23.000 vendedores que se calcula que hay en la Gran Manzana han nacido fuera de Estados Unidos, según una reciente encuesta, en la que el 57% de los vendedores de comida dijeron ser indocumentados (27%) o prefirieron no contestar (30%).
Por eso los garajes, algunos del tamaño de un hangar, registran hora punta día y noche, incapaces de albergar más vehículos, mientras sus dueños afrontan el gasto extra del aparcamiento sin poder hacer caja: el miedo a ser detenidos o deportados ha retraído a muchos de las calles.
La aplicación de la legislación que regula este sector ya se había endurecido antes de la toma de posesión de Trump por las restricciones del Ayuntamiento, mientras la concesión de permisos lleva años congelada. Pero ahora la posibilidad de ser multados por operar sin licencia puede convertirlos además en objetivo del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
La organización sin ánimo de lucro Street Vendor Project ha pedido al Ayuntamiento que apruebe nuevas leyes para proteger a los vendedores, incluida una para derogar la responsabilidad penal por la venta ambulante irregular y otra para levantar el límite de permisos. Sus abogados se han visto incluso obligados a escoltar a vendedores ambulantes a la corte penal por una multa de venta sin licencia.
El garaje de Sammy en Manhattan solía estar vacío por el día, mientras los 30 carritos de comida que aparcan allí recorrían las calles de la ciudad ofreciendo comida halal (permitida para consumo según las leyes dietéticas islámicas), perritos calientes y helados. Pero la toma de posesión de Trump cambió las tornas y confinó los carritos en el interior, ya que los propietarios y los trabajadores que los atienden han preferido sacrificar sus ingresos a exponerse en la vía pública: una simple petición de papeles podría arrastrarlos a la deportación.
Segunda generación de vendedores callejeros y con nacionalidad estadounidense, Jimmy, nombre supuesto para no dar detalles que permitan identificarle, explica la transformación del negocio.
“Algunos de los vendedores con los que trabajamos desde hace años están en sus casas encerrados, demasiado asustados para salir a la calle”.
Jimmy, vendedor informal
“Ya no dejamos la puerta abierta como antes, ahora hemos instalado cámaras para comprobar quién llama”, añade, porque el miedo a una redada se ha impuesto como realidad cotidiana.
Doble ofensiva
Aunque no hay cifras sobre el número de vendedores que han aparcado sus furgonetas, su ausencia es evidente en zonas como la avenida Roosevelt, en Queens, donde el nivel de la gastronomía callejera se ha colado incluso en las guías de turismo.
Esa zona es desde enero objeto de una campaña específica de limpieza decretada por el Ayuntamiento, bajo el nombre Operación Restaurar Roosevelt.
Además de las pérdidas económicas para quienes dependen de estos negocios, la desaparición del mapa urbano de puestos de comida callejeros agrava el presupuesto diario de alimentación de muchos neoyorquinos. De las furgonetas a los puestos, más precarios y artesanales, que muchas mujeres migrantes tenían en el barrio citado, el habitual recurso al tentempié rápido, sabroso y barato es hoy una opción en peligro.
Las dos ofensivas en paralelo, la de la Administración republicana contra la inmigración ilegal y la del Ayuntamiento para restringir la venta callejera, han provocado un clima tenso, agravado por la oferta de colaboración policial del alcalde de Nueva York, Eric Adams, a la Administración de Trump en la cacería de indocumentados.
La policía de Nueva York emitió 1.504 citaciones penales a vendedores ambulantes entre enero y septiembre de 2024, superando las 1.244 de todo 2023, según los últimos datos del departamento. En el primer trimestre de este año, en el transcurso de la citada campaña de limpieza municipal, ha habido 600 intervenciones policiales y 12.000 actas coercitivas.
Contenido publicado el 11 de abril de 2025 en El País, ©EDICIONES EL PAÍS S.L.U.. Se reproduce este contenido con exclusividad para Ecuador por acuerdo editorial con PRISA MEDIA.
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