Las facciones que derrocaron a Al Asad, quiénes son y su difícil camino al entendimiento
La Coalición Nacional Siria, principal organización opositora apoyada por Turquía; y Hayat Tahrir al Sham, el grupo fundamentalista al frente de la ofensiva, son los actores principales en el posible periodo de transición de poder.
Líder del grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS), Abu Mohammed al-Jawlani, da un discurso en la mezquita de los Omeyas de la capital, el 8 de diciembre de 2024.
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AFP
Autor:
Óscar Gutiérrez
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Mientras humean las bocas de fuego de los rifles que celebran con salvas, desde Alepo a Damasco, la victoria final sobre el régimen sirio de Bashar al Asad, se sitúa ya en primer plano la trinchera política, la que dirimirá el futuro gobierno del país árabe tras más de medio siglo de dictadura férrea.
Uno de los nombres que más se han pronunciado en la última semana fuera del campo de batalla es el de Hadi al Bahra, damasceno de 65 años al frente de la Coalición Nacional Siria (CNS), la principal alianza de fuerzas “de oposición y revolucionarias”, nacida al calor de las revueltas antigubernamentales de marzo de 2011.
Este domingo 8 de diciembre, y tras la rendición del ejército y huida a Moscú de Al Asad, Al Bahra fijó dos objetivos de este nuevo camino político: un periodo de transición de 18 meses y una nueva Constitución redactada en medio año.
Queda por ver cómo se logrará todo esto, y siempre y cuando las hostilidades den un respiro al país.
El gran desafío es reunir en una misma mesa a todos los actores que tienen o quieren decir algo en el futuro modelo de gobierno en Siria. Y eso pasa por poder sentar juntos a los representantes de las principales fuerzas armadas que han derrocado a la cúpula alauí: Hayat Tahrir al Sham (HTS) y el Ejército Nacional Sirio (ENS). Porque si bien se han coordinado entre ellos para lanzar la ofensiva, el recelo y la confrontación de otros periodos pasados aún existe.
Según señaló recientemente Al Bahra a la agencia Reuters, los dos grupos han tenido una planificación conjunta “limitada” y acordaron “cooperación y no chocar entre sí”.
La CNS de Al Bahra, desde su creación en noviembre de 2012 en Doha (Qatar), ha servido de paraguas político a las formaciones opositoras, seculares y religiosas, que han tratado de ofrecer una alternativa democrática al régimen. Pero antes que Al Bahra hubo otros líderes y tiempos no tan victoriosos.
El primero en presidir esta coalición fue el ulema Moaz al Jatib. No duró ni un año. Se marchó porque, entre otras cosas, empezó a sentir la injerencia de países como Qatar y Arabia Saudí. Las armas, además, vencían siempre a una posible solución dialogada. Tras Jatib vinieron George Sabra, Ahmad Jarba, Jaled Khoja…
Pronto aquella amalgama de formaciones, representantes de la mayoría de las confesiones del país, dio lugar, con el apoyo de Occidente, al llamado Gobierno Interino Sirio (GIS), con Ghasan Hito como primer ministro y el Ejército Libre Sirio (ELS), puntal militar de la revolución, como fuerza armada. Es aquel cuerpo ejecutivo, presidido hoy por el sirio turcomeno Abdurrahman Mustafa, de 60 años, el que está llamado ahora a ocupar la gestión en las zonas liberadas.
Una tarea que ya ha ejercido en el noroeste del país, en gran medida, por el apoyo de Turquía, base de operaciones fundamental para la oposición política.
La ofensiva lanzada por Ankara en los años 2016 y 2018, contra el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), primero, y milicias kurdas, después, abrió un nuevo escenario para las fuerzas rebeldes. El ELS quedó engullido dentro de una nueva alianza de grupos insurgentes —en torno a 40 milicias de diferente pelo— bajo el nombre Ejército Nacional Sirio (ENS), protagonista en la operación para derrocar a Al Asad. Aunque esta alianza armada debiera responder ante el órgano interino opositor y su departamento de Defensa, la mezcla de grupos dificulta la total sintonía.
Al sur de la zona de influencia de este aparato político y militar con claro apoyo de la vecina Turquía, el grupo fundamentalista HTS, comandado por el sirio Abu Mohamed al Jawlani, ha fraguado su crecimiento militar y político a través del dominio del territorio de la provincia de Idlib. Es allí donde Al Jawlani, incluido, al igual que su organización, en la lista de terroristas de Estados Unidos y Naciones Unidas, ha gestionado las vidas de alrededor de cuatro millones de personas, muchas de ellas desplazadas internas, a través del Gobierno de Salvación Sirio, nacido en noviembre de 2017 como una suerte de Estado dentro del Estado, ya de por sí atomizado por la guerra. Esta administración estaría dividida en dos: un Consejo de la Shura, órgano de consulta emanado de la tradición islámica, y el ejecutivo. En una entrevista reciente con una reportera de la cadena estadounidense CNN, a las puertas de la caída de Damasco, Al Jawlani habló de crear un gobierno basado en instituciones y un “consejo elegido por el pueblo”.
Para llegar a buen puerto, el proyecto de HTS tiene que casar con el del Gobierno Interino Sirio apoyado desde Ankara —Turquía también califica como terrorista a la organización de Al Jawlani—. Y no siempre hubo química entre unos y otros. En alguna de sus primeras intervenciones ante los medios, allá por el año 2013, Al Jawlani, aliado en el pasado de Al Qaeda, deslegitimó los trabajos de la oposición siria que trataba de poner fin a la guerra, en un posible diálogo con el régimen, a través de lo que se conoció como las conferencias de Ginebra. “No representan al pueblo que se sacrificó y derramó sangre”, dijo Al Jawlani por entonces.
Pero el rompecabezas político sirio tiene muchas piezas. Al noreste de todo este territorio que las fuerzas insurgentes de unos y otros han logrado arrebatar al régimen se sitúa la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES), gobierno de facto de la región siria de mayoría kurda — ha mantenido cooperación con el régimen de El Asad—, hoy copresidido por Ilham Ehmed y Mansur Selum. Al frente del aparato de seguridad de la AANES están las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza de milicianos apoyada y entrenada por Estados Unidos para el combate del ISIS. Son las FDS las que todavía controlan los vastos campos de internamiento de familiares de este grupo yihadista, entre los que aún hay cientos de ciudadanos europeos.
La estabilidad del país y su unión política dependen en gran medida de la postura hacia esta región que adopten las milicias apoyadas por Ankara bajo el mando del Gobierno Interino Sirio. Las previsiones no son buenas: este domingo 8 de diciembre, el presidente de este órgano, el primer ministro Abdurrahman Mustafa, informó a través de su cuenta de la red social X de la toma de Manbij, una plaza estratégica en el norte sirio hasta ahora en manos kurdas. “Apoyamos con orgullo a nuestras fuerzas heroicas”, manifestó Mustafa, “y les pedimos que completen la liberación de cada centímetro de nuestra tierra y hagan realidad las aspiraciones de libertad y dignidad de nuestro pueblo”.
Contenido publicado el 9 de diciembre de 2024 en El País, ©EDICIONES EL PAÍS S.L.U.. Se reproduce este contenido con exclusividad para Ecuador por acuerdo editorial con PRISA MEDIA.
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