La isla Santay vive una década de “racionamientos”, pese a los paneles solares con los que cuenta su ecoaldea
A solo dos kilómetros de distancia de Guayaquil, los 276 habitantes de la ecoaldea de Santay carecen de agua potable y fluido eléctrico convencional. El Ministerio de Ambiente ha sumido en el abandono a la ciclovía y ruta de acceso peatonal a la comunidad.
Una vista de la ecoaldea de la Isla Santay, un conjunto de 56 casas en los que viven 276 habitantes, al otro lado del río Guayas y a dos kilómetros de distancia del sur de Guayaquil.
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Electrodomésticos como las lavadoras solo se pueden usar en días con al menos tres horas continuas de fuerte sol. Lo mismo las licuadoras. Y el fluido eléctrico de los viejos paneles solares alcanza a lo sumo hasta las 22:00. La isla Santay vive perennes "racionamientos" desde hace más de una década.
Ecuador atraviesa por una periodo de apagones de hasta 16 horas desde el 23 de septiembre de 2024 por la sequía, el déficit de generación hidroeléctrica y la falta diversificación de la matriz energética.
Pero en Santay, a solo dos kilómetros del bullicioso sur de Guayaquil (al otro lado de uno de los ramales del río Guayas), llevan toda una vida lidiando con las restricciones, pese a la dotación de paneles solares con la que el gobierno del expresidente Rafael Correa renovó la aldea en agosto de 2011.
‘Cortes’ nocturnos toda la vida
Jonathan Moreira, de 25 años, nació en Santay y cuenta que ha vivido toda su vida en medio de restricciones de energía y de servicios básicos.
“No nos afectan los cortes de luz que vive el resto de Ecuador, sino que dependemos de lo que nos alcance con los paneles solares y una batería”, dice Moreira, pescador y operador turístico que en una lancha pasea a visitantes por la isla, mostrándoles sus aves y riqueza natural.
Él es testigo del “abandono” estatal en el que se encuentra sumida la isla, pero también de cómo las limitaciones han forjado una comunidad unida y resiliente.
“Desde que inauguraron la ecoaldea, en 2011, vivimos con energía solar. Pero los paneles solares son antiguos y se nos dificulta renovar las baterías. Cuando la batería es nueva tienes luz hasta las 03:00; cinco horas menos si es vieja. Lo bueno es que hace frío por las noches”, sonríe.
Las baterías recargadas por el sol permiten el uso de algunos focos y electrodomésticos de bajo consumo, como un televisor pequeño.
Cada hogar cuenta con una batería de 110 amperios, similar a las de un vehículo, pero los apagones nocturnos son constantes debido al constante deterioro y su poca capacidad.
Por ejemplo, para refrigerar alimentos deben recurrir a hieleras y realizan viajes frecuentes al mercado de Guayaquil -al otro lado del río- para adquirir los productos de consumo diario. “Es difícil mantener carnes o vegetales sin una refrigeradora”, señala Moreira.
Lo irónico es que desde el muelle de Santay se observa, al otro lado del Guayas, el barco de generación eléctrica Emre Bey acoderado a los muelles de Ecuagran, desde donde produce energía por la crisis.
Tampoco se previó el crecimiento demográfico, pues las 56 casas tienen un espacio reducido y acogen hasta tres familias del mismo núcleo, en medio de hacinamiento. Las familias han optado por construir "ampliaciones improvisadas" para obtener un poco de privacidad.
“Santay paga el agua más cara de todo Ecuador”
José Delgado Mendoza, ingeniero naval y presidente de la Asociación Amigos de Santay, quien ha acompañado de cerca el desarrollo de la isla, dijo que el error ha sido usar “el pretexto” de que la isla es un área protegida para mantener en el subdesarrollo a la población que cuida de Santay.
“El material fotovoltaico de los paneles ya cumplió su ciclo. Las familias están compartiendo generadores eléctricos (a combustión), que ya era una práctica desde antes de la construcción de la ecoaldea, porque tienen derecho a una vida digna”, comenta Delgado.
La dotación de energía eléctrica convencional estando tan cerca de Guayaquil no se contrapone, según el activista, con las declaratorias como área protegida y de humedal de importancia internacional para la isla -pulmón natural de Guayaquil-.
“Galápagos es un área protegida y tiene electricidad. Además, el área comunitaria no llega a 10 hectáreas y Santay tiene 2.174 hectáreas. Y son los pobladores los guardianes de su isla, quienes han logrado protegerla de la depredación desde 1998, cuando se creó el Comité Ecológico”, dice el ingeniero.
Delgado, quien ha acompañado el proceso de preservación de la isla y las luchas de su población durante décadas, expresó su preocupación por la falta de servicios básicos. También cuestiona que se haya “penalizado a la población de Santay a vivir sin servicio eléctrico convencional”.
"El ambiente semi marino de la isla, afectado por las mareas, también influye en el deterioro de los materiales de los paneles solares", agrega.
La situación con el agua potable resulta igualmente crítica, pues el líquido llega en gabarra y tiene que ser bombeada a la ecoaldea.
Además, denuncia que los habitantes pagan USD 3 por un tanque de agua de 55 galones, un precio mucho más elevado que el costo en sectores periféricos de Guayaquil y Durán, donde se paga USD 1.
Expone que el costo del metro cúbico de agua por tubería en las ciudades es de USD 0,38, mientras que en Santay llega a USD 10,56, casi 2.800% más costoso. “Santay paga posiblemente el agua potable más cara de Ecuador”.
La comunidad ha propuesto la instalación de tuberías de agua y líneas eléctricas debajo del puente basculante sobre el río Guayas y de las camineras o senderos con ciclovía que conectan a la isla con Guayaquil, con válvulas de desconexión flexibles para cuando el puente se levante.
Prefectura pidió dos veces competencia
Otro de los problemas de la isla es la deteriorada ruta de acceso a la ecoaldea, una caminera y ciclovía que conecta a la isla con Guayaquil.
Se trata de una infraestructura a cargo del Ministerio de Ambiente que ha sufrido deterioro progresivo en los tres últimos gobiernos (un tramo que conectaba con el vecino cantón Durán literalmente desapareció debido al robo de aluminio de la estructura peatonal).
El sendero de madera sintética es vital para la movilidad de sus pobladores y visitantes de Santay, pero lleva años llena de huecos, maderos faltantes y con tramos sin barandillas de seguridad. Y el mal estado dificulta el tránsito, especialmente para adultos mayores y niños.
“Los mismos habitantes tratamos de tapar los huecos con tablas que recuperamos del tramo que terminó desmantelado en Durán, pero es insuficiente y las tablas se vuelven a soltar”, menciona Moreira, quien junto a su padre suele remendar la estructura dañada.
Este escenario no solo afecta la vida cotidiana, sino que también limita las oportunidades turísticas que tanto la comunidad como las organizaciones ambientalistas han intentado promover.
La prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, le solicitó en junio de 2023 al Gobierno Nacional que le otorgue la competencia del Área Nacional de Recreación Isla Santay, por la carencia de servicios y el deterioro de los senderos.
La prefecta explicó en su momento que se trata de un “pedido de competencias sin recursos” con lo que se limitaba los argumentos para que Ambiente se niegue. Pero más de un año después, el Gobierno Nacional aún no da paso al pedido de traspaso.
En septiembre del 2023, se insistió con el pedido de competencia. Y la entidad informó que un informe técnico preliminar determinó que se requiere de una inversión de USD 5,5 millones “para devolverle la dignidad a la ecoaldea”, obras que la Prefectura está dispuesta a financiar con su presupuesto.
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