Cascadas estacionales en Guayaquil: un espectáculo fugaz entre la biodiversidad de Cerro Azul
El espectáculo efímero de las cascadas estacionales en Cerro Azul es mucho más que un destino turístico. Son evidencia viva de un ecosistema abundante y resiliente. Conozca sus aportes ecológicos.

Durante la época lluviosa, se forman alrededor de 10 cascadas temporales en Cerro Azul.
- Foto
Cortesía
Autor:
Actualizada:
Compartir:
En temporada de invierno, decenas de personas caminan entre lodo, hojas húmedas y raíces entrelazadas para encontrarse con un espectáculo poco común en la costa ecuatoriana, muchos menos en Guayaquil: cascadas que solo existen durante unos pocos días.
Son las llamadas cascadas estacionales, formaciones que dependen exclusivamente de la lluvia, entre febrero y marzo, y que transforman por breves periodos el paisaje de Cerro Azul, un bosque seco tropical ubicado en el kilómetro 33 de la vía Perimetral.
Según Julio Narváez, organizador de rutas en Cerro Azul, “estas cascadas son totalmente transitorias. Se forman tras un fuerte aguacero, pero si pasan más de cuatro o cinco días sin lluvia, el flujo baja tanto que apenas quedan como riachuelos”.
Hasta el cierre de esta esta, jueves 17 abril, el bosque registra más de una semana sin recibir lluvias "lo suficientemente fuertes", señala Narváez. Un hecho que ha llevado a Narváez afirmar que "así que nuestro 2025 en cascadas terminó".
"De ahora en adelante (desde mitad de abril), las lluvias empiezan a ser menos constantes, un poco más débiles y no alcanzan para que las cascadas vuelvan a activarse".
Julio Narváez, organizador de rutas en Cerro Azul
Por eso, el momento ideal para visitarlas es inmediatamente después de una lluvia intensa, cuando el volumen de agua permite apreciar la fuerza del paisaje en movimiento, concentrándose en alrededor 10 cascadas temporales, cuyos recorridos pueden durar desde 4 horas hasta 9 horas, dependiendo la ruta y cantidad de cascadas visitadas.
Más que un paisaje, clave para la vida
Detrás de esta belleza transitoria, hay una explicación científica. El ingeniero Julián Pérez, docente e investigador de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Espol, explica a PRIMICIAS que estas formaciones responden a un proceso conocido como escorrentía, que ocurre cuando la lluvia cae en la parte alta de la montaña y busca su curso.
“Una cascada estacional es un cuerpo de agua que solamente se forma en época lluviosa. El agua sigue un camino, se va comiendo la tierra y va creando este cauce".
Julián Pérez, docente e investigador de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Espol
"Es el mismo proceso de formación de cualquier río o cascada, solo que en este caso se da exclusivamente en temporada húmeda”, añade Pérez.
Servicios ecosistémicos
Pero la importancia de estas quebradas va mucho más allá del atractivo visual. En palabras de Pérez, en un ecosistema donde el agua escasea durante gran parte del año, estas zonas cumplen múltiples funciones ecológicas esenciales:
- Formación y transporte de agua: canalizan el agua de lluvia y la llevan por un cauce definido, evitando su dispersión desordenada.
- Conectividad ecológica: sirven de corredores biológicos, permitiendo el desplazamiento de fauna incluso en época seca.
- Refugio y reproducción: son hábitats cruciales para especies como la rana cohete de Chimbo, que depende exclusivamente de estas quebradas para reproducirse, así como peces migratorios, serpientes, venados, monos, cangrejos y más.
- Fuentes de agua estacionales: las pozas que quedan al secarse el cauce actúan como bebederos en la época seca.
“Es interesante que las quebradas no solo sirven para conectar el agua, sino también para conectar áreas de biodiversidad”, añade Pérez, quien además es director ejecutivo de la Fundación JaPu, dedicada a la protección, restauración y conservación del Bosque Seco Tropical (BST) en Ecuador.
"No solo sirven para conectar agua, sino también para conectar áreas de biodiversidad".
Julián Pérez, docente e investigador de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Espol
Entre la admiración y la urgencia de conservar
Aunque Cerro Azul es un área privada, hoy no cuenta con un plan de manejo ambiental ni control formal sobre el turismo que crece cada año. En época de lluvias, cientos de visitantes —entre caminantes y ciclistas— recorren los senderos, sin que exista un límite de carga (es decir, la cantidad de turistas en un tiempo determinado) ni infraestructura básica para conservar el entorno.
“Este bosque produce nubes gracias a la evapotranspiración de sus plantas, forma agua y canaliza su movimiento. Es uno de los servicios ecosistémicos más importantes que existen. Pero también es vulnerable si no se regula su uso”, advierte Pérez.
Eventos como el incendio forestal en Cerro Azul de 2024 evidencian los riesgos de no contar con una administración ambiental que controle el acceso, organice los recorridos y promueva la educación ecológica entre los visitantes.
Turismo responsable, la clave para conservar el paraíso
En Cerro Azul converge una de las expresiones más bellas y vulnerables del bosque seco tropical. Ver sus cascadas brotar como si la montaña respirara es un privilegio que dura poco, pero deja huella. Para disfrutarlo sin dañarlo, Pérez coincide en que es urgente implementar una gestión ambiental con enfoque turístico sostenible.
Regular el acceso, establecer rutas seguras, controlar la capacidad de carga y, por qué no, pregunta Pérez, cobrar una entrada que permita mantener el área, son pasos esenciales para que este ecosistema siga siendo un destino natural accesible y protegido para las futuras generaciones.
Compartir: