José Farinango, el otavaleño que recorre el mundo y lleva su música a la televisión coreana y a Netflix
José Farinango ha recorrido el mundo desde los 16 años tocando música. En las capitales europeas, en Tokio o en Seúl. Este músico ecuatoriano lidera una agrupación que participa en eventos culturales en Corea del Sur.

José Farinango, músico otavaleño, líder de la agrupación Kawsay, que hace presentaciones en Corea del Sur. En la foto, en las afueras del palacio de Gyeongbokgung, en Seúl.
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Fernando Astudillo
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SEÚL, COREA DEL SUR. José Farinango es un otavaleño con dos herencias marcadas: la música y la angustia. La música le llegó de golpe, como un torrente auditivo, por la influencia de sus primos que le enseñaron desde niño los secretos de los instrumentos para tocar en las misas de la Iglesia Católica. Y la angustia —esa atávica para gran parte del sector indígena ecuatoriano— arribó despiadada, cuando él no la podía entender: a sus tres años murió su padre; su madre tuvo que arreglárselas para mantenerlo a él y a su hermana. Para ello se volcó a lo que los otavaleños han dominado por generaciones: las artesanías.
Hay una tercera herencia, por supuesto: la que les dicta a estos artistas que su lugar no está en los fríos páramos otavaleños, cerca del ganado o esperando, con ansias, la fiesta del Yamor. Es una herencia que les ordena sacar el pasaporte y empezar a recorrer el mundo para mostrar sus tejidos, sus joyas, su música. Sin un camino claro, solo con la convicción —un acto y salto de fe— de que lo que hacen va a gustar.
Farinango es el líder del grupo musical folclórico Kawsay, establecido en Seúl, Corea del Sur, donde además de tocar en eventos culturales, su música le ha permitido tener participaciones en el circuito de películas, programas de televisión y series coreanas, de esas que salen en Netflix.
No es actor. Es un músico que, a veces, actúa. Pero también es un trotamundos. A los 16 años aceptó la invitación de uno de sus primos y desembarcó en Países Bajos. Solo tenía terminada la educación primaria. Unos estudios que culminaron con complicaciones, con la ayuda del profesor que le compraba los útiles. La realidad económica de la familia, en la comunidad andina de Quinchuquí, no permitía ir a la secundaria.
Eran los inicios de los 90 y el mundo era distinto. Los ecuatorianos podían recorrer Europa sin visa, tres meses por cada país. Su ruta musical incluyó Países Bajos, Italia, Alemania, Hungría, Suiza, Bélgica. Farinango pasaba los veranos en Italia, los inviernos en Alemania. Tocaba música en las peatonales, vendiendo CDs en un mundo que valoraba con más fuerza lo acústico. Una travesía musical que tuvo sus altos, bajos, pequeños regresos a Ecuador y luego una invitación a Japón. Otra vez la familia. Los primos de sus primos, otros otavaleños trotamundos, necesitaban personas para una banda.
Farinango tuvo su experiencia japonesa y también un retorno europeo para dedicarse a las artesanías. Dos años bastaron para entender que la música era su vida. Que “los vientos”, como él le dice a los instrumentos andinos con los que trabaja, son su gran amor. Que el rondador, la quena y la zampoña se convierten en un sentido de pertenencia, en un viaje plurinacional que recorre Ecuador, Perú y Bolivia. En un recuerdo atado a la fortaleza autodidacta de los otavaleños a la hora de aprender música.
“Nuestros padres no han aprendido con el estudio. Nada más tenían la idea de cómo hacer”, dice Farinango al contar su historia a PRIMICIAS en la zona de Jongno, en la trepidante Seúl. Sin estudios musicales, “nos acostumbrábamos a hacer”, recuerda. En definitiva era el hacer para ser. Aprendizaje de oído, en su caso, “adaptándose a lo que uno sentía”.
La aventura en el mundo de las series coreanas
Desde 1998, y luego de una invitación a una feria internacional, el destino de este músico ecuatoriano ha estado ligado a Corea del Sur, luego de que sintiera la necesidad de echar raíces. La música, sus presentaciones, atrajeron también otra oportunidad: aparecer como músico, y como actor, en series coreanas, en las que incluso ha compuesto canciones.
Compuso e interpretó la canción Cuando hay un mal día, para la serie Human Luwak, transmitida en el canal JTBC, en donde también tiene el rol de una especie de dios inca que da fuerzas a un personaje tras su fracaso con el negocio de café que importaba de Bolivia.
También estuvo en 'El vecino Chals', del canal KBS, en el que se muestran situaciones de “los vecinos extranjeros” que viven en Corea; aparece en Netflix, en la serie 'Narcosantos', en escena con una banda de músicos, y también ha participado en el programa '¿Me gusta la canción? de KBS TV', que muestra situaciones de extranjeros casados que viven en Corea en el que se dedican canciones a los familiares, en su caso a uno de sus dos hijos coreanos fruto de dos casamientos con ciudadanas de este país.

La conexión coreana con la música andina
Fuera de las series eventuales, Farinango es un músico a tiempo completo, pese a que el mundo post pandemia sea de menos oportunidades que en el pasado. Y Corea del Sur atrapó a este trotamundos por dos amores: el de una coreana y el de los coreanos por la música andina.

En Europa a la gente le gustaba la interpretación en el momento, pero no para quedarse, recuerda. “La gente coreana, en cambio, lo sentía. Y tenía lágrimas al momento cuando escuchaba los vientos, las quenas o los rondadores”, dice sobre la conexión que sintió con el público coreano.
Es una conexión que, reflexiona, tiene que ver también con el sufrimiento del pueblo coreano a través de tantas guerras y conflictos en su historia. Es, tal vez, la misma conexión que hay en su Ecuador profundo, el de una parte de su mundo indígena postergado, tan lleno de dolor como de talento.
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