Mónica Ojeda: Al poder le conviene decir que las geografías nos separan, pero están conectadas
La escritora guayaquileña Mónica Ojeda, radicada en España, está de visita en Ecuador en el marco de la Feria Internacional del Libro Guayaquil.
Escritora ecuatoriana Mónica Ojeda.
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Cortesía / Arianna Montenegro
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Directa y poética, la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda está de visita en Ecuador en el marco de la Feria Internacional del Libro Guayaquil. Ella comparte con PRIMICIAS detalles sobre su más reciente libro 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol' y su visión del país, que mantiene muy cerca pese a vivir en otro continente.
Nacida en Guayaquil en 1988, Mónica Ojeda es una de las escritoras latinoamericanas más destacadas de la última década. Entre sus obras se destacan 'La desfiguración Silva' (Premio Alba Narrativa, 2014); 'El ciclo de las piedras' (Premio Nacional de Poesía Desembarco, 2015); 'Nefando' (Mención de Honor del Premio de Novela Corta Miguel Donoso Pareja, 2016); 'Mandíbula' (Premio Next Generation, Prince Claus Fund, 2018), entre otras.
Mónica Ojeda es parte del llamado "nuevo boom de la literatura latinoamericana", donde también se destacan escritoras ecuatorianas como María Fernanda Ampuero y Sabrina Duque.
En entrevista con PRIMICIAS, la escritora guayaquileña profundiza sobre su proceso creativo, sus sentires sobre Ecuador a la distancia, el miedo, el arraigo y desarraigo, los afectos, la música y el silencio.
¿Cómo o por qué decidiste que la música sea el eje transversal de tu última novela, 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol'?
Empecé a finales de 2018, cuando migré (de Ecuador) a España. Estaba sintiendo muy fuerte el desarraigo y la dificultad de migrar. Me pasaba que lloraba, no importa si era música alegre. Me empecé a preguntar un poco el porqué de esto.
Empecé a leer muchos libros sobre música, cómo la música le hace cosas al cuerpo cuando están conmovidos, atravesados por algún tipo de dolor. Tu cuerpo a veces reacciona más rápido que tu cabeza. Los shuar, por ejemplo, tienen cantos que curan.
¿Cuál fue el mayor descubrimiento sobre la música que lograste durante esta investigación?
El mayor descubrimiento es que la música es un lenguaje más veloz que el de las palabras. Un lenguaje encarnado. Muy sensible, sensorial, tu cuerpo reacciona a una velocidad increíble, que no lo sabes a nivel discursivo, pero el cuerpo sí sabe.
Descubrí que la música es muy física porque viene de un montón de leyendas. Los primeros instrumentos musicales venían de huesos de animales y humanos. Lo que nos pasa cuando escuchamos música es el deseo de unirse.
En 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol', la música tiene muchos significados: catártico, de evasión, de sanación, de camino al miedo... ¿Cuál es el significado de la música en tu vida?
Yo diría que insurrección y carácter insurgente del goce. Llevo tiempo pensando cómo el goce no es pedagógico y servil sino un movimiento creativo abierto.
La música es un arte privilegiado, al que no le pides que signifique algo, que tenga una idea clara, solo le pides que haga algo al cuerpo. Que te ratificar la vida por encima de la muerte.
También están presentes las montañas, los nevados y volcanes. ¿Crees que la geografía nos define o influye?
Creo que la geografía hace un cuerpo de persona. Hay muchos libros que trabajan sobre este aspecto. Que a uno se le genera una forma de pensar a través del espacio donde crece. No es lo mismo crecer junto al mar, en cueva o mirando montañas. Todo influye.
Nos han dicho que las geografías están separadas. Eso es muy conveniente para el poder. Pero las geografías están conectadas. (Alexander von) Humboldt decía que a veces de los volcanes salían peces. Esa forma poética de conectar, a mí me parece algo bellísimo. Soy de Guayaquil y ahí me han llegado las cenizas del Tungurahua. No es cierto que los territorios no se conectan.
Los mitos y leyendas también presentes en tus obras literarias. ¿Cómo crees que estos nos sirven para la interpretación de la realidad?
Los mitos y leyendas son parte de nuestras formas de pensar. Las historias, los relatos que construimos son modos de experimentar la tierra y las emociones. Son ejercicios de pensamientos.
Las mitologías orales, la fuerza de las narraciones vivas de los territorios son un acto político, creativo y son ejercicios intelectuales. Me interesa el saber popular y pensar en el vínculo con la oralidad. Me interesa el miedo como emoción.
Llevo tiempo investigando a los monstruos de nuestra geografía y cómo encarnan los deseos prohibidos. Termino escribiendo siempre en torno a eso.
En la novela 'Chamanes eléctricos en la fiesta del sol', dos chicas huyen de la violencia en Guayaquil. ¿Dirías que tú también hiciste eso al salir de Ecuador?
Los personajes no tienen que ver con mi biografía ni conmigo. Muchos, cuando teníamos 18 años, queríamos huir y conocer el mundo. Migré también porque mi cuerpo estaba aterrorizado, no solo por Guayaquil y lo difícil que puede ser vivir ahí, sino también por cosas personales privadas.
Ahora puedo entender esas ganas de huir, pero uno no huye de sus dolores. En mi migración tampoco lo logré. No creo que esté liberada de los miedos. Soy bastante miedosa. Creo que los miedos son móviles.
Soy ansiosa y estoy mirando futuros catastróficos, pero trato de aplacarla. Siento que en esa pugna entre quien soy y quien quiero ser, hay un intento de domesticar al miedo. No sé si en algún momento lo logre, pero desde la escritura miro a mis miedos desde un lugar tranquilo y seguro.
En tu último libro, una de las chicas lleva un arma. ¿Qué hay de vivencial en esto? Pues en una entrevista dijiste que tu padre te había dado un arma y enseñado a disparar.
He olvidado cómo se dispara un arma. Cuando tenía 19 o 20 años, en Guayaquil había una ola de secuestros exprés. Yo tenía que regresar de la universidad en la noche por la (av.) Perimetral.
Mi papá estaba angustiado, tenía miedo, salían casos de chicas a las cuales les hacían cosas terribles… En esa época mi papá tenía permiso de portar armas e iba a un campo de tiro, así que me enseñó a disparar en contra de mi voluntad. Fue experiencia tensa y ya lo olvidé. Era una 9 milímetros que me la puso en la guantera del carro.
Una vez, justamente saliendo de la universidad, iba por la Perimetral y un señor me perseguía en un carro haciendo gestos extraños. Rompí los límites de la velocidad y hui.
En Guayaquil vive tu familia, tus amigos. ¿Cómo experimentas las noticias, la violencia de tu ciudad desde la distancia?
Con mucho dolor. La distancia es dolorosa. Por más que uno elija, que uno tome la decisión de migrar. Ahora mismo yo no sé si tomé esa decisión en libertad o porque no me quedaba otra alternativa.
Mi mundo más fuerte de afectos está en Guayaquil y me angustia pensar que le puede pasar algo a mi hermana, amigues, madre, padre… En mi mente ansiosa, saber que estoy a 13 horas de distancia es un pensamiento catastrófico, pero trato de medirlos.
La migración es otra constante en tus obras. ¿Ha cambiado tu escritura u otros aspectos de tu vida ahora que estás radicada en España?
Han cambiado en algunas cosas. Lo primero fue darme de lo encarnado que tengo a Ecuador. Antes yo pensaba que era una persona desarraigada, pero en España me di cuenta de que no lo soy.
Me di cuenta de la fragilidad que uno siente cuando no tienes a nadie. Ni familiares ni amigos. Ese saber que si te pasa algo, no hay nadie que te lleve a emergencias. No soy la misma persona después de saber esto. Cuido mucho más a mis afectos. Y también cuido más mi soledad.
También he cambiado políticamente. Dentro de Ecuador no pensaba en las violencias de los desplazamientos, porque no me había desplazado. Entonces empecé a militar políticamente por la Ley de Migración en España. Y eso también me llevó a revisar la literatura Latinoamericana desde otra óptica.
Existe también una 'playlist' del libro ''Chamanes eléctricos en la fiesta del sol'. ¿Tienes alguna recomendación para escucharlo, antes o después del libro? ¿Hay alguna canción o baile con el que puedas identificar a Ecuador?
Lo pueden escuchar antes o después de leer el libro. Es un libro muy musical, así que me parece que debe tener una 'playlist'. Está en Spotify y he encontrado otras 'playlist' hechas por lectores.
Una canción que identifico mucho con Ecuador es un clásico: 'Vasija de Barro'. Además, pensar que esta canción fue compuesta en la casa de (Oswaldo) Guayasamín... Viviendo en España, algunas veces he ido a eventos donde están músicos ecuatorianos y una vez tocaron esa canción y me emocioné muchísimo.
Vengo de Guayaquil, así que la música de Julio Jaramillo es básica en mi vida. Lo escucho y se me levantan los bellos.
También debo mencionar a Polibio Mayorga, conocido por la cumbia triste, que es música tropical y andina con sintetizador. Me recuerda la tropicalidad, mi tropicalidad.
En contraste con toda esta musicalidad, ¿qué es el silencio para ti?
Me parece que el silencio es parte de la composición musical, no podemos componer sin silencios. Los silencios nos avisan del sonido que viene.
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