Libros que son 'best sellers': ¿hay fórmula para escribirlos?
La capacidad de crear un imaginario colectivo que conecte con los lectores define a los buenos superventas. El éxito de autores como María Dueñas, Julia Navarro, Ildefonso Falcones, Lorenzo Silva o Dolores Redondo demuestra que el fenómeno sigue su curso con el apoyo imparable del público y pese al desdén de la crítica. Escritores, editores, libreros y académicos diseccionan las claves

Fotografía de una mujer observando un libro durante la undécima Feria del Libro el sábado 5 de abril de 2025, en la ciudad de Tegucigalpa (Honduras).
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(EPA) EFE
Autor:
Berna González Harbour
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¿Escritores menores, ignorados, denostados? ¿O amados, buscados y envidiados? ¿Grandes figuras de las letras o meros artesanos de un formato repetido que poco tiene que ver con la alta creación? Los autores de 'best sellers', libros que consiguen grandes ventas muy rápidamente, viven en la esquizofrenia de una inercia que se ha repetido en la historia:
Adorados por el gran público, máquinas de fabricar lectores y combustible para la gran industria del libro, son también despreciados por la crítica o la academia por un estilo menos arriesgado que prioriza lo comercial. O por prejuicio.
¿Envidia, recelo, superioridad moral de autores más literarios que los miran por encima del hombro? ¿O justicia literaria de la mano del lector? ¿Hay alguien que tenga razón en todo esto? Sea como sea, la fórmula del 'best seller' sigue siendo el secreto mejor guardado, como un pez que uno intentara atrapar con los dedos en el mar.
“Algunos libros se convierten en superventas y otros no, es un misterio que muchas veces he preguntado a los libreros sin que nadie me dé una respuesta”, confiesa Julia Navarro, ella misma autora superventas de libros sólidos y bien documentados como el reciente 'El niño que perdió la guerra' (Plaza y Janés), una trama de calidad que hunde sus patas en las guerras que azotaron España y la URSS en el siglo XX, una ficción muy solvente sostenida en la pura realidad.
“Pero es la magia de los libros, ese factor que hace que algunos lleguen al corazón de los lectores y otros no. Lo demás es una actitud soberbia de quienes creen que solo ellos entienden qué es bueno y qué merece la pena, como si lo que fuera alabado por la mayoría no lo mereciera”, dice.
Ese choque entre el gusto masivo y la supuesta virtud de lo minoritario atraviesa el debate, pero se rompe cuando la calidad y la cantidad van de la mano y se esfuma esa falsa incompatibilidad:
Ensayos como 'El infinito en un junco', de Irene Vallejo, novelas históricas o de aventuras como 'El nombre de la rosa', de Umberto Eco, 'El conde de Montecristo', de Alejandro Dumas, 'Memorias de Adriano' de Marguerite Yourcenar o 'Yo, Claudio', de Robert Graves, otras puramente literarias como las obras de García Márquez, Vargas Llosa, Dickens, Dostoievski o de género como las de Agatha Christie y Conan Doyle han vendido ristras de millones y han hecho cima.
Y han logrado algo tan codiciado como pasar al imaginario popular, piedra de toque para calibrar el verdadero valor de un best seller.
“Intento ser sencillo. Las tramas tienen que ser accesibles y no confundir a los lectores”.
Ildefonso Falcones
“Bajo esa etiqueta colocamos demasiadas cosas y dudo de que sea un género en sí mismo. En realidad, es una expectativa y un resultado”, resume Toni Hill, él mismo autor superventas con 'El verano de los juguetes muertos' y hoy editor en Grijalbo, uno de los sellos más comerciales de Penguin.
“Como 'best sellers' se agrupan libros muy distintos en realidad. Entre '50 sombras de Gray' y 'La catedral del mar' o entre George Martin y María Dueñas es difícil encontrar ingredientes comunes, pero todos ellos logran que sus obras trasciendan al grupo al que van dirigidos”, afirma.
Y he aquí los ejemplos de ese elemento común:
Stieg Larsson consiguió que todos leyéramos novela negra nórdica con la serie que inició 'Los hombres que no amaban a las mujeres'; Ildefonso Falcones atrajo a muchos más lectores que los de novela histórica con 'La catedral del mar'; y el 'Juego de tronos' de Martin creó un universo que trascendió masivamente el público del género fantástico. Todos ellos permanecen y se traban en la memoria y la cultura colectiva, el mérito seguramente más difícil de lograr. Su distintivo.
Sergio Vila-Sanjuán ha estudiado a fondo el fenómeno y lo ha puesto negro sobre blanco en 'Código Best Seller' (Alianza), libro de 2011 que sigue siendo un referente en la materia. El periodista de La Vanguardia propone diferenciar entre los “grandes, genuinos, que abren tendencia, y los que se apuntan al carro”.
“'La cabaña del tío Tom', 'Lo que el viento se llevó', 'El padrino', 'Parque Jurásico',' Los cipreses creen en Dios', 'La sombra del viento' o 'Alatriste' son libros que representan un universo original, no copiado, genuino. Sus autores han creado ese mundo en general a partir de su propia experiencia”, asegura Vila-Sanjuán.
“Mario Puzzo, italoamericano, conocía el mundo de la mafia y volcó vivencias que no eran impostadas; Stieg Larsson era periodista económico y también traspasó a sus libros experiencias vitales importantes; David McCloskey (Estación Damasco, Moscú X, en Salamandra) cuenta su universo porque ha estado en la CIA; y hoy no puedes entender el imaginario de los últimos 40 años de Estados Unidos sin Stephen King, él ha inspirado una imagen a través de la cual la sociedad americana se entiende a sí misma. Después, cada uno tiene sus imitadores que se colocan en esa órbita y siguen”.

En España, la foto de esos creadores de universos propios capaces de enganchar a un gran público que antes carecía de ellos incluye a Dolores Redondo, que encontró en lo misterioso del Valle del Baztán el alimento de conexión; Lorenzo Silva, padre literario de una pareja de guardia civiles cuando era imposible imaginarles como héroes; María Dueñas e Ildefonso Falcones, capaces de recrear episodios históricos con una verosimilitud y personajes de gran solvencia; Arturo Pérez Reverte, versátil imaginador de muchos mundos atrayentes; Roberto Santiago, imán del lector infantil y joven a partir de su serie 'Los Futbolísimos'; o Elísabet Benavent, que ha atrapado a millones de lectores adictos al romanticismo.
¿Y cómo lo hacen? ¿Cuál es la fórmula, los ingredientes? He ahí el secreto mejor guardado, el enigma que podría atravesar una buena novela de misterio sin que nadie garantice que pueda atrapar al asesino en cuestión, la fórmula en sí. Define los ingredientes José Antonio Cordón, profesor de Industria Editorial de la Universidad de Salamanca:
Una lectura fluida, agradable, con un nivel de vocabulario, una complejidad léxica y una exigencia de nivel medio; una trama in crescendo; una evolución de los personajes; un conflicto, a ser posible sentimental; el cliffhanger, que cada capítulo acabe con expectativas hacia la conclusión; y una adaptación al conjunto de valores existentes en la sociedad del momento, aunque se sitúen en otro tiempo”.
Pero, alto ahí, que nadie se crea que esto garantiza nada porque, como dice Toni Hill, “si existiera una fórmula, las editoriales publicarían varios al año y nunca vemos los que se propusieron como tales y no resultaron”.
“¿La literatura comercial está denostada? No me quita el sueño. No espero la palmadita en la espalda de la crítica”
Elísabet Benavent
Lo explican ellos: “Yo procuro ofrecer al lector obras con mucha tensión, con pasiones, con amor, con venganza, dentro de un escenario histórico, e intento ser sencillo. Las tramas tienen que ser accesibles y que no confundan a los lectores”, cuenta Ildefonso Falcones, que acaba de publicar 'En el amor y en la guerra' (Grijalbo), la tercera entrega de 'La catedral del mar'.
“Y estoy encantado de que mis novelas gusten a un gran número de gente. Vargas Llosa ha vendido muchísimo, sus novelas son grandes 'best sellers' y nadie puede considerar que no sea literario, pero él es excepción. En esa elección, yo prefiero ser comercial, intentar satisfacer y entretener al lector. No pretendo enseñarle nada”.
Quien haya seguido la saga sabe bien lo que se encontrará en la nueva entrega: luchas, conquistas, tropiezos y amores en un entorno medieval recreado a la medida de nuestro entretenimiento.
Santiago Posteguillo, premio Planeta con 'Yo Julia' y autor de exitosas novelas sobre la Antigua Roma, considera absurda la identificación de lo que es popular con lo malo y lo que no es popular con lo bueno.
“Lo importante es que la obra esté bien escrita, que emocione -de eso va la literatura- y que pueda conducir a la reflexión. Eso es lo que yo intento hacer con mis obras. Dentro del género histórico, yo trato de entretener. Si además consigue que nos emocionemos, que el lector salga de mis novelas habiendo aprendido historia y reflexionando sobre errores que ojalá, no repitamos, mucho mejor. Pero lo hago desde el entretenimiento. Prodesse et delectare, enseñar y deleitar es lo que trato”.

Para María Oruña, figura ascendente desde 'Puerto escondido' (Destino) hasta su reciente 'El albatros negro' (Plaza y Janés), “los libros son espejos del público y de lo que le interesa, reflejos del tiempo”. Ella defiende lo híbrido que se abre paso en la dicotomía entre calidad y cantidad, entre literario y comercial:
“Yo creo que escribo literatura de calidad y un trabajo sólido. ¿Es comercial? Estupendo, porque me va a permitir vivir de ello y pagar las facturas. ¿La fórmula? Yo pongo mucha historia y mucha carga antropológica porque me gusta la ciencia y quiero entender qué pintamos aquí, por qué hacemos lo que hacemos”.
El albatros negro navega —en sentido figurado y real— rumbo a un pasado sumergido ante las costas gallegas con pluma de calidad y una mezcla de género policial, histórico y de aventuras que funciona.
María Dueñas, la gran estrella del best seller hoy en España, que cabalga sobre grandes cifras desde 'El tiempo entre costuras' y que acaba de publicar 'Por si un día volvemos' (Planeta), define su estilo: “Mi literatura es una narrativa clásica, una novela clásica que no tiene interés en un tratamiento absolutamente rompedor de la técnica literaria y que varía en cada título en el universo que construye”.
Su nueva novela es hipnótica, capaz de recrear un lugar y un momento históricos (Orán, hace un siglo) a partir de héroes y personajes que podrían ser de hoy y de siempre.
“¿La fórmula? Que cautive a los lectores porque hay un conflicto, un universo desconocido, porque los personajes te seducen, por la razón que sea, pero la clave es cautivarlos y para ello hay mil formas: desde el espionaje y los contubernios internacionales de los americanos a que te atrape Elena Ferrante a partir de lo que pasa en un barrio del Nápoles de la posguerra italiana. La clave es que quieras volver a casa para seguir leyendo”.
Seguir leyendo es la clave, tan cierta como el prejuicio que generan los best sellers en la crítica especializada, en la prensa e incluso entre los libreros más comprometidos con la calidad menos pudiente.
David Viñas, profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad de Barcelona y autor de 'El enigma best seller' (Ariel), subraya que la propia maquinaria de promoción y las estrategias comerciales que acompañan estos libros conlleva “daños colaterales porque en la crítica oficial de los suplementos se activa de forma natural un prejuicio. Aquí la cantidad queda automáticamente asociada a la mediocridad”.
A partir de ahí es difícil, asegura, “superar al prejuicio para advertir que sí hay best sellers de calidad, aunque no son la mayoría”.
“Mis libros aportan que se active la lectura, que se mueva la industria editorial. Contribuyo a un emporio editorial en el que otros libros de menor trayectoria puedan ser publicados”
María Dueñas
Paz Gil, dueña de la librería santanderina Gil, premio Zenda y premio de la Federación de Gremios de Editores de España a la mejor librería del año, reconoce que no les hace mucho caso porque los sellos editoriales ya lo mueven, ya hacen tanta publicidad, información y tanto ruido alrededor que no lo necesitan.
“No es que lo rechace, pero no lo cuido desde la librería. Lo que intento es poner a su lado un libro un poco más literario. Me preocupa la cantidad de merchandising que mandan con cartones y más cartones, es un gasto inútil, no tienes ni espacio ni ganas de promocionarlo”, lamenta.
José Antonio Cordón, profesor de Industria Editorial de la Universidad de Salamanca, distingue entre los que vienen reconocidos ya como éxitos de ventas por distintos canales de comunicación y los que surgen desde el boca oreja, los no previstos, que no obedecen a lógicas comerciales sino a otra lógica, como 'El infinito en un junco'.
“A partir de ahí se convierten en un lugar compartido para miles de personas, logran una aceptación colectiva y tienen impacto porque han roto la barrera del circuito comercial”. Cordón también subraya cómo se convierten en sustrato fundamental para generaciones enteras, como logró Harry Potter o El señor de los anillos, trascendiendo edades y colectivos y convirtiéndose en vivencia y referente cultural colectivo.
Esa aportación es importante, pero también lo es la más obvia: las ventas, decenas de miles, cientos de miles, a veces millones en todo el mundo.
“Mis libros aportan que se active la lectura, que se mueva la industria editorial, que se expanda la novela en el mundo. Contribuyo a un emporio editorial en el que otros libros de menor trayectoria puedan ser publicados. Objetivamente puedo colaborar y aportar”, asegura María Dueñas. Ella es una de las más críticas con la prensa especializada que ignora la existencia de sus libros.
“Hazme una crítica negativa y yo la soporto. Pero ni siquiera la hacen. Asume que, por el hecho de vender mucho, por estar publicada por Planeta y tener una aceptación masiva por parte sobre todo de mujeres está penalizada y desdeñada. Es un sesgo incomprensible”, asegura la autora, acostumbrada a llenar páginas de periódicos cuando llega a Argentina, por ejemplo, mientras lamenta que Babelia no se hace eco de sus libros.
“El pueblo soberano decide qué lee y por qué lee”, asegura Elísabet Benavent. “¿La literatura comercial está denostada? Sí, pero no me quita el sueño. Lo importante es que la gente adquiera el hábito y en sus gustos nadie debería meterse. Yo no espero la palmadita en la espalda de la crítica”.

Ildefonso Falcones cree que hay “rencillas e incompatibilidades por parte de autores que no alcanzan esas ventas y reaccionan con esa autodefensa”.
Posteguillo asegura que el error está en identificar lo popular, lo que gusta a mucha gente, como significativo de que es malo y recuerda autores que han sido muy populares en su tiempo y excelentes a la vez, como Lope de Vega o Shakespeare.
El profesor Viñas describe cómo algunos autores se molestan porque el capital económico logrado con sus libros no tiene nada que ver con el capital simbólico que no se mide con dinero o fama, sino con un prestigio que solo pueden conceder los expertos, los de la tribu.
“Está claro que los agentes con poder de consagración en el mundo literario consideran que los best sellers son cuerpos extraños y habría que expulsarlos. Son los ‘mercaderes en el templo de la literatura’, en palabras de Germán Gullón”.
Esos “mercaderes en el templo” nos traen estos días barcos hundidos en la costa gallega con sus misterios (Oruña), cortes medievales (Falcones) o emigrados del protectorado francés de Argel (Dueñas) como antes nos trajeron espadachines, romanos a diestro y siniestro y un impulso exorbitado a la imaginación. Y a la industria. A disfrutarlo. Y, como escribió Murakami, quien quiera competir, que salte al ring y lo intente.
Contenido publicado el 17 de abril de 2025 en El País, ©EDICIONES EL PAÍS S.L.U.. Se reproduce este contenido con exclusividad para Ecuador por acuerdo editorial con PRISA MEDIA.
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