Aurora Román Casares, pianista quiteña de 91 años que ha marcado la historia de la música clásica en Ecuador
Aurora Román Casares recibió un homenaje en la Casa de la Música, está escribiendo una Sinfonía Andina y comparte su visión sobre las mujeres y la música en Ecuador.

Pianista ecuatoriana Aurora Román Casares, de 92 años, en una fotografía realizada el 6 de marzo de 2025.
- Foto
Gonzalo Calvache / Primicias
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Estar frente a Aurora Román Casares es contemplar un hito en la historia de la música ecuatoriana, una mujer de 91 años que rememora su trayectoria como compositora, concertista y educadora con elocuencia y ritmo, como sus creaciones.
Aurora nació en 1933, un 7 de junio, en una familia quiteña cobijada por la música. Ser mujer jamás significó un obstáculo para aspirar a vivir su pasión, aunque en aquella época no era usual. Ver a su tía, María Teresa Casares, como su primera maestra de piano derrumbó los prejuicios.
A los 12 años, Aurora comenzó a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música del Ecuador y en entrevista con PRIMICIAS comparte anécdotas de aquellos años.
¿Cómo se escribe música? Aurora responde con poesía: La música habla aunque no tenga palabras. Menciona, por ejemplo, que el maestro escribía una frase y los estudiantes debían 'traducirla' con notas musicales. Si dice 'Sol', obviamente, significa que es una nota alta, explica.
Aurora Román Casares es autora de 94 obras musicales para piano, piano y orquesta sinfónica, piano y coros, música sacra, ha publicado las partituras de sus obras y grabado cinco discos.
Además de estudiar, fue profesora en el Conservatorio Nacional de Música de Quito y en el Instituto Interamericano de Música Sacra, para después fundar el Instituto de Estudios Musicales que dirigió por 24 años en Quito.
El viernes 7 de marzo, la Orquesta Sinfónica Nacional ofreció un concierto de piano y orquesta como homenaje a la Maestra Aurora. En la Casa de la Música, con la artista presente, la también música Jessica Cárdenas dirigió las obras de Aurora Román Casares: Incaico, Cantos a la Tierra y el Concierto N. 3 en La Menor, Ancestros, para piano y orquesta.
El homenaje llena de emoción a Aurora y a su familia, que la mira con admiración y como ejemplo de disciplina, pues a sus 91 años, ella está escribiendo lo que espera publicar como Sinfonía Andina 2025, la primera de su tipo en el país.
¿Qué ha significado, como mujer, incursionar en la escena musical ecuatoriana desde los años 40?
Incursioné en lo que se pensaba que solo podían hacer los hombres. A mí no me importaba, yo quería hacer esto desde que era muy joven. Pero en el medio no era común. Yo tenía a mi tía que era profesora en el conservatorio, así que lo veía natural.
Cuando ya me casé y tuve hijos, Dios me dio la bendición de un marido maravilloso que me ayudó. Muchas veces yo llegaba a la casa y me ponía a estudiar y no había terminado el almuerzo o la cena y él lo terminaba y se encargaba. Ahora no se ve mucho eso, en esa época peor.
"Pienso que parte de la felicidad de un hogar es que la mujer tenga su profesión, que sea independiente."
Aurora Román Casares
Cuando yo me enamoré de mi marido, que era un hombre muy hermoso, en su familia habían dicho 'qué lástima, dizque es artista'. Me veían mal por ser artista (se ríe). Pero la vida es así.
Me parece que la mujer actual es totalmente distinta y yo me alegro de eso. Que sea más fuerte en defender su propia vida. Pienso que parte de la felicidad de un hogar es que la mujer tenga su profesión, que sea independiente. Eso no quiere decir que sea una mala esposa. Ahora felizmente esto es más común.
¿Qué se necesita para mantener una carrera musical?
Se necesita mucho carácter y disciplina. Para ser concertista, si no tienes un mínimo de seis a ocho horas diarias de estudio y práctica no haces nada. Y debes mantener esa disciplina a lo largo de la vida, para conservar lo aprendido.
Mis primeros años de profesora en el conservatorio y de casada, yo a veces me levantaba a las cuatro de la madrugada para hacer lo necesario en mi casa y luego tener tiempo de estudiar.
Tuve mucha suerte de contar con profesores excelentes, pude viajar a dar conciertos al extranjero, mi esposo siempre me ayudó a buscar financiamiento y oportunidades, pero tenía que hacer el tiempo para poder estudiar y practicar.
Para mí, el momento en que escribes una frase, una obra, estás hablando aunque no tenga letra. Si no, no tendría ningún valor.
Aurora Román Casares
Sabemos que continúa componiendo y ahora usa tecnologías digitales, ¿cómo fue esa transición?
Me ha encantado investigar siempre. Yo había escrito mucho tiempo con papel y lápiz. Y me pareció fácil adaptarme. Hay un programa que se llama 'Finale', me lo obsequió un amigo jovencito que es exestudiante del conservatorio que se hizo editor musical.
El programa que te da los sonidos, te ayuda a escribir, pero si no tienes conocimiento de armonía e instrumentación, no sirve de mucho.
Se está cayendo en algo que es triste. Hay música que es escrita por una máquina. Como dice Belisario Peña, la música hay que sentirla, y ahora oigo música que no se entiende. Buscas una frase, un tema, y no hay nada. Eso es un peligro.
¿Qué escucha una compositora y concertista de música clásica?
Me dicen aquí en mi casa que soy demasiado cerrada a que tiene que ser música académica, pero es que sí me reniego porque veo que pagan platales para ir a oír una música que solo es ruido, que no te dice nada. Y les encanta.
En esto yo veo que tienen que pensar en cómo educar en música en esta época y enseñar que se habla con música. No un ritmo que es lo mismo y lo mismo y no dice nada.
Yo siempre busco música clásica. Hay etapas en el desarrollo de la música. En el siglo XVII está Bach, que era una computadora. Lo que ahora hace el 'Finale', que es crear una frase a cinco voces, él lo hacía con su cerebro.
Luego viene el clasicismo, que es Mozart y Beethoven. Después el periodo romántico, con Franz Liszt y Chopin y quién podría compararse con esos dos genios. Después viene el impresionismo, que es un cambio total en cómo hacer música. No habla de cosas palpables, se escribe para simular el ruido de las hojas, es la impresión del lugar y ambiente donde vives.
Hemos parado en la época de Schoenberg, que destruye la armonía. Porque para escribir una obra, pones una tonalidad, que es el apellido, una familia. Él escribe con semitonos, que es como una familia con cien apellidos. Yo no entiendo esa música.
Lo que yo escribo es música descriptiva, porque trata de describir lo que veo y siento. Por eso, al escuchar el concierto de Ancestros, que escribí inspirada en los ritmos y la naturaleza de nuestro país que es tan hermoso, quedé encantada. Es una emoción muy grande.
¿Qué piensa sobre la música en Ecuador y qué desea para las futuras generaciones?
Yo he tenido una vida con mucha felicidad, pero la mayoría de los músicos no tienen trabajo. La música es vista como una profesión que no vale la pena. Eso es triste.
Los músicos que se están destacando es porque se van del país. Pienso que aquí hace falta apoyo. Ahora veo que el conservatorio tiene un edificio lindo, pero hacen falta profesores. En mi época el coro tenía 180 voces, ahora pregunté y tiene apenas 25 y no todos tienen habilidad para leer música.
Mi deseo es que en Ecuador se enseñe música desde el kínder, que además ayuda a formar en disciplina, qué lindo sería que todos sepas leer partituras, que sepan apreciar la belleza de los sonidos.
Compartir: