'Blanca Nieves' no quiere quedar mal con nadie... ¡y termina quedando mal con todos!
La largamente esperada adaptación de 'Blanca Nieves' de Disney es más tibia de lo esperado. Entretenida y con números musicales agradables, no alcanza la magia de su predecesora.

Rachel Zegler es una escena de 'Blanca Nieves'.
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Disney
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Es imposible complacer a todos. La nueva versión de 'Blanca Nieves', que llegó a los cines de Ecuador, es una película soprendentemente tibia, correctamente montada para ofrecer un espectáculo atractivo, pero sin revisar al tope la historia de los hermanos Grimm que Walt Disney convirtió en un clásico, y tampoco sin caer en los incómodos excesos del woke, que ya van de salida.
Incluso en la famosísima escena en que Blanca Nieves (o Blancanieves, ya defínanse) barre la casa de los enanos, hay contención. En la versión original de Walt Disney de 1937, ella limpia el hogar de los enanos en agradecimiento y para pagar su estancia. No iba a estar de gratis, por supuesto, y menos en la medieval Alemania.
En esta versión live-action, que ya no se ubica en el Sacro Imperio Romano Germánico sino en un difuso reino, Blanca Nieves pone a los enanos (espantosamente diseñados) a barrer su propio hogar. Sí, es molesto que alguien irrumpa en tu casa y te dé órdenes, pero en este caso en particular no se ve tan 'cringe'. Bueno, solo un poco.
Los que amaron el clásico animado contemplarán varias referencias que forman parte de la cultura popular, como la interacción de Blanca Nieves con los animalitos, las canciones (¡está la entrañable 'Heigh-Ho' de Frank Churchill y otras!) y la manzana envenenada, símbolo de símbolos de la traición.
Los que querían algo de densidad podrán ver a una princesa consciente de que la Reina Malvada le ha dado un golpe de estado y que, además, gobierna peor que dictador de África central. No obstante, la evolución de la protagonista no se replica en la antagonista, pues la actriz Gal Gadot es la Reina, pero no del país sino del cliché. Su Espejo Mágico, menos mal, sí que resulta tenebroso. ¡Que no lo pongan de jurado en Miss Universo!
A los puristas, eso sí, no les gustará lo que le hicieron al príncipe, despojado de su regia condición para convertirse en un Robin Hood cualquiera. Huácala.
'Blanca Nieves' es fluida y jamás aburre, gracia a su montaje y a las pequeñas sorpresas del camino. Aunque ese 'jamás' es relativo, pues todos saben lo que va a pasar. La fotografía y los planos ayudan al lucimiento de la princesa, interpretada por una eficiente Rachel Zegler.
No obstante, el conjunto no ayuda a responder las preguntas más importantes: ¿para qué hacer esta versión?, ¿cuál es el propósito?, ¿qué se ofrece de nuevo luego de tantas otras versiones de Blanca Nieves que ya la mostraron empoderada, valiente y luchadora?
Quizás por la falta de respuestas a estas preguntas que guiaran el espíritu del proyecto, la nueva Blanca Nieves se siente algo vacía, sin la magia de Disney, al menos la de antaño. Claro, el director Marc Webb quiso dar gusto a todos, los clásicos y los modernos, las abuelitas y las nietas, pero al final termina quedando mal con todos.
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