"Ahora no dan trabajo a las viejitas; toca reciclar para no morirse de hambre", dice recicladora que vive en la pobreza
Alrededor de 5,2 millones de personas en Ecuador viven en la pobreza, mientras tanto, 2,4 millones de individuos enfrentan la extrema pobreza, según el INEC. Estas son las historias de tres personas en esa condición.
Personas almuerzan en un Comedor Comunitario del Patronato San José, ubicado en el sur de Quito, 28 de enero de 2024.
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PRIMICIAS
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Unos 5,2 millones de personas en Ecuador viven en la pobreza, cerca de 30% de la población. Y es que a diciembre de 2024, la pobreza por ingresos alcanzó una tasa de 28%, la más alta desde junio de 2021, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Los datos muestran que en el último año, alrededor de 430.000 personas pasaron a engrosar las cifras de pobreza, al ser el ingreso per cápita de su hogar menor a USD 91,4.
Y más de medio millón de personas pasaron a la pobreza extrema en 2024, en esa condición viven cerca de 2,4 millones de individuos, quienes perciben menos de USD 51,5 al mes.
El Patronato San José, del Municipio de Quito, cuenta con distintos programas en los que se brinda atención a personas en la pobreza, como los Comedores Comunitarios. Hay tres en la ciudad, en el norte, sur y en el Valle de los Chillos, donde a diario se atiende a 300 personas.
Por lo general, reciben a personas que habitan en las calles, adultos mayores, niños, y personas en movilidad; muchos se dedican a la venta ambulante o al reciclaje. En los Comedores Comunitarios, estas personas reciben almuerzo, atención psicosocial y talleres formativos. En 2024, el Patronato atendió en sus comedores a cerca de 1.400 personas.
Este lugar también les ayuda a socializar y "hacer familia", pues muchos de los que ingresan son personas solas, cuenta Diana Torres, coordinadora de los comedores comunitarios. Torres explica que para poder ingresar, el área de trabajo social del Patronato realiza un filtro de las personas abordadas en calle y levanta una ficha de vulnerabilidad.
PRIMICIAS visitó el 28 de enero de 2025 un Comedor Comunitario del Patronato San José, ubicado en el sur de Quito. Y estas son las historias de tres personas en condición de pobreza que visitan este lugar a diario para recibir un plato de comida y distraerse:
"Todo lo que veo, lo recojo, porque es platica"
Susana Villalba, una mujer afrodescendiente de 70 años, cuenta con voz suave su historia:
"Soy de Ibarra y tengo 30 años viviendo en Quito. Vivía con mis papás, pero ellos fallecieron. Tengo cuatro hijos grandes, ya casados; viven en la Costa. Yo vivo sola en una habitación, por La Mena 2 (al sur de Quito); es un cuartito aparte en casa de una hermana, solo pago luz y agua.
Me dedico a reciclar desde hace unos 10 años, antes trabajaba como empleada doméstica, así les eduqué a mis hijos. Pero, ahora no quieren dar trabajo a las viejitas, así es la vida. Y toca reciclar, para no morirse del hambre.
Yo reciclo en la calle, por este sector del sur, todo lo que veo, lo recojo, porque todo es platica. Salgo desde las 7:00 de la mañana hasta las 4:00 o 5:00 de la tarde. Por un buen costal, me pagan 5 dólares. Me demoro unos tres días en llenarlo. A la semana hago unos 10 dólares, y voy guardando para pagar la luz y el agua del cuarto. Como empleada doméstica ganaba el sueldo básico y trabajaba de lunes a domingo, pero nunca me afiliaron al IESS.
Es una bendición el bocado de comida que dan acá. Yo estaba reciclando por esta zona, y unos señores educadores me invitaron a venir para acá, me dijeron que acá daban comida. Desde hace tres meses, vengo, es una gran ayuda, porque a veces hay y a veces no hay, pero, acá tienes el almuerzo, y la comida es buena. Además, hacemos juegos, escribimos, hasta bailo, cuando no me duelen los pies. Vengo en las mañanas, y me quedo hasta el almuerzo; luego sigo reciclando.
Trato de venir todos los días, pero ayer no vine porque tenía que coger un turno para ir al médico; estoy bastante delicada de salud; me duele la columna, las rodillas, será la edad; estoy con cataratas, no veo".
"Por mi discapacidad, me despedían de los trabajos"
Alex Roberto Quito Mullo (53 años), persona con discapacidad motora:
"Nací en 1971, en San Roque, soy quiteño. Vengo al comedor desde diciembre del año pasado. Decidí venir acá porque mi situación económica no me alcanza. Me dedico a vender pañitos húmedos e inciensos en la calle; soy vendedor ambulante, vendo en cualquier lado. Por el Centro no voy, porque me discriminan, me ven mal; ando más por el sur.
Vivo por Solanda. Soy discapacitado, tengo quebrado mi bracito izquierdo y la clavícula derecha. Hasta ahorita, no he recibido ninguna ayuda del Gobierno.
Intenté pintar casas y edificios, pero por mi discapacidad, me despiden. La fuerza no me da.
Mi mamá y mis dos hermanas murieron, yo me quedé solo. Cuando mi mamá estaba viva, quería ayudarla, pero no tenía trabajo, y el Gobierno tampoco me ayudó, me negaron el carnet de discapacidad, me pedían que llevara los exámenes actualizados, y así me tenían todos los años.
Estoy vendiendo en la calle desde los 26 años. Antes trabajaba con mis dos brazos buenos, era comerciante, vendía pescado. Pero me asaltaron en Cuenca y me quebraron el brazo, yo no nací así. De ahí, una hermana me trajo a Quito. Ahorita me están brindando ayuda en el centro de salud del Mercado Mayorista para sacar el certificado de discapacidad.
Me gano 18 dólares al día, pero mi ganancia es de 4 dólares, porque invierto 14 en los pañitos, los compro pasando un día. Un día vendo inciensos y otro día, pañitos. Trabajo todos los días para pagar el cuarto donde vivo, me cuesta 70 dólares; la luz y el agua las pago aparte. Vivo con una amiga; ella me alquila el cuarto".
"Nos vinimos a Ecuador porque no teníamos qué comer"
Belkis Canos (58 años), migrante venezolana y vendedora ambulante:
"Voy para seis años en Ecuador. Llegué con mi hija y una nieta, que ahorita tiene 12 años; ahora tengo otra nieta de 4. Mi otro hijo se quedó en Venezuela. Me dedico a vender en la calle; frutos secos, parasoles y limpiaparabrisas. Logro hacer unos 10 dólares al día, a veces, 8; pero de ahí saco para volver a comprar la mercadería. Los frutos secos, los preparo en casa. Salgo a vender de lunes a domingo.
En Venezuela, trabajé 36 años en un almacén de electrodomésticos. Yo llegué hasta tercer año del colegio (ciclo básico) y no estudié más; empecé a trabajar desde los 16 años. Venimos de Trujillo (estado andino de Venezuela). Nos vinimos a Ecuador porque no teníamos qué comer, lo que me pagaban no me alcanzaba ni para el pasaje, menos para la comida. Pero acá nos han ayudado mucho.
Vivimos en el sur de Quito, por la Maldonado. Pagamos 160 dólares de arriendo y unos 30 en servicios, entre mi hija y yo. Mi hija consiguió trabajo en un restaurante, trabaja de martes a domingo. A veces, nos vemos apretadas con la comida, por eso vengo para acá con mi nieta más pequeña, que aún no está estudiando. Desde que estoy viniendo, aumenté cuatro kilos. Venimos todos los días, y al salir, sigo trabajando hasta las 5:00 o 6:00 de la tarde. Ecuador se ha portado muy bien conmigo.
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