La otra mirada de la migración venezolana en Ecuador: Su impacto en el desarrollo del béisbol
La inmigración venezolana de los últimos nueve años representa un hito en la historia
del béisbol y el softbol local. Los jugadores y técnicos han incidido en el nivel de competencia y en el incremento de la masa de aficionados de estas disciplinas.
Proyecto Grandes Ligas organizado por la Fundación de las Américas (Fudela), con la participación de niños venezolanos y ecuatorianos.
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Fundación de las Américas (Fudela)
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Es 2015. Los campos donde se practican el béisbol y el softbol ubicados junto a la oficina de la Federación Ecuatoriana de Béisbol, en la ciudadela Kennedy, en el Norte de Guayaquil, empiezan a recibir visitas inusuales: personas solas, parejas o familias venezolanas recién llegadas a la ciudad cargadas de incertidumbre. Son inmigrantes venezolanos en busca de otros inmigrantes venezolanos.
Lourdes Garay, entonces presidenta de la Federación Ecuatoriana de Béisbol, recuerda que una de las cosas que más le impactaron del período en el que ella fue dirigente (2013-2017) fue ver cómo llegaban personas de esa nacionalidad hasta su oficina “porque —dice— sabían que ahí iban a encontrar a otros venezolanos”. Buscaban información, por ejemplo, sobre los barrios donde podían asentarse, porque la migración es una situación difícil”.
Ocurrió no solo en Guayaquil, dice la ex dirigente. También en algunas provincias donde la Federación tenía actividades, como Esmeraldas, Archidona (en la amazónica provincia de Napo), Santa Elena y en otros cantones de Guayas.
Los inmigrantes venezolanos, recuerda, le decían que un diamante de béisbol —como se conoce a las canchas donde se juegan estas disciplinas— los acercaba un poco a su casa.
El béisbol, en constante desarrollo
En los años sesenta, el béisbol ecuatoriano vivió momentos “de gloria” cuando su selección de béisbol ganó dos torneos Sudamericanos (1963 y 1966).
El entusiasmo por el internacionalmente conocido como el “rey de los deportes” se mantuvo vivo hasta los años ochenta. En ese tiempo se levantó en Guayaquil el mayor estadio para su práctica en Ecuador, el Yeyo Úraga, con capacidad para ocho mil personas, en el centro-sur de la ciudad. También, se crearon nuevos equipos; nuevas ligas: Kennedy, Miraflores, del Sur; se construyeron más diamantes; llegaron refuerzos de jugadores y técnicos de Cuba y Panamá. Hubo espectáculo y la afición local se multiplicó.
Los diamantes perdieron aficionados al final de la década de los noventa. Historiadores y dirigentes de este deporte lo atribuyen al crecimiento del fútbol ecuatoriano, que eclipsó la atención que tenía el público hacia esta y otras disciplinas deportivas. También, dicen, por la falta de apoyo económico estatal; sumado a la crisis económica que afectó al país en esos años.
Desde entonces, el béisbol en Ecuador se mantuvo, sobre todo, como un deporte practicado por grupos de amigos, por familias, heredado de padres a hijos, con una afición, en su mayoría, vinculada a estos grupos. Los torneos se cumplían casi exclusivamente en Guayaquil; aunque leales seguidores también lo sostuvieron en la provincia de Manabí, donde en 1985 se había construido un diamante en el Polideportivo California de Portoviejo, que mira a los cerros de bosque seco de la capital manabita.
El entusiasmo de algunos dirigentes manabitas permitió que en la primera década de este siglo se levante un diamante en Manta; y en 2012, se construyó otro en el Centro de Entrenamiento para el Alto Rendimiento (CEAR) del Ministerio de Deporte, en el cantón Río Verde, en Esmeraldas. En esa provincia, en los años ochenta, también se construyó uno en la urbanización para los empleados de Petroecuador, pero quedó abandonado en las décadas siguientes.
En esos años, la selección ecuatoriana ganó subcampeonatos (2011 y 2012) y terceros lugares en Juegos Suramericanos (2004, 2005, 2013). Algunos peloteros ecuatorianos lograron becas en universidades de Estados Unidos. Y uno, Alfredo Venegas, en 2008, llegó hasta la sucursal triple A (la antesala) de un equipo de las Grandes Ligas, en ese caso, de los Marineros de Seattle; el mayor logro alcanzado por un beisbolista ecuatoriano.
Con el flujo migratorio venezolano se crearon nuevos equipos, tanto en béisbol como en softbol, y las gradas se llenaron de aficionados; sin embargo, la pandemia por el covid-19 debilitó ese empuje y muchos migrantes venezolanos regresaron a su país o se marcharon a Estados Unidos o a otros países. Pero, pasada la crisis, y con una población inmigrante fuertemente ligada a ambos juegos la actividad volvió a cobrar fuerza en los diamantes locales.
Lourdes Garay sostiene que la presencia de los venezolanos ha ayudado mucho al Ecuador, un país donde el béisbol “es un deporte que está siempre en vías de desarrollo”.
La fuerza migratoria
“Siguen llegando”, dice el actual presidente de la Federación Ecuatoriana de Béisbol, Juan Quintana, al referirse a los inmigrantes venezolanos que acuden a los diamantes ecuatorianos, esos espacios que en estos años se han consolidado como sitios de expansión de esta población en movilidad.
El dirigente hace un balance de estos casi diez años y afirma que los peloteros que forman parte de este flujo migrante han aportado un nivel de competencia que el béisbol local no tenía. “Yo me he visto en la necesidad de naturalizar a ocho deportistas y un técnico, así es la magnitud de la incidencia”, dice.
Se refiere a la Selección oficial del Ecuador, la de mayores, que representa al país en los Juegos Bolivarianos y Panamericanos, espacios donde los equipos compiten por su clasificación al Mundial.
Ecuador ocupa el puesto 66 en el ranking mundial de la Confederación Mundial de Béisbol. Nunca ha participado en un campeonato mundial.
Lourdes Garay plantea que lo positivo en estos casi diez años es que ya hay competencia y —dice— recordemos que la competencia es lo que te ayuda a mejorar.
La exdirigente y actual representante de Pony League en Ecuador (Liga independiente de Estados Unidos), reniega el que esta disciplina tenga poco apoyo estatal y de la empresa privada, porque considera que “el talento ecuatoriano también está ahí”. “Hoy por hoy, tenemos a muchos chicos que están becados en universidades de Estados Unidos, gracias a su talento en el béisbol”, destaca.
Jack Aragundi, presidente de la Asociación de Béisbol del Guayas, cree que la presencia del talento extranjero es una oportunidad para hacer resurgir el béisbol local: “No podemos dejar morir un deporte al que hemos visto brillar. Ahora tenemos la ayuda de buenos deportistas, de gente de Venezuela que está hoy aquí”, dice, al recordar la historia de este deporte, como parte de la historia de Guayaquil.
En esos primeros años del flujo migratorio, que recuerda Lourdes Garay, también llegaban hasta los diamantes técnicos de estos deportes en busca de trabajo: árbitros, entrenadores. Dice que como presidenta de esa Federación tomó contacto con las autoridades del Gobierno central “para tener claridad sobre cómo manejar el tema legal migratorio” y, comenta, establecieron una especie de plan de acogida (...) Lo que hicimos fue orientarlos para que ingresen formalmente a trabajar como entrenadores o ser jugadores, dependiendo de la edad”.
En Ecuador no hay un cuerpo colegiado de preparación del personal técnico de estos deportes. La capacitación que reciben se realiza a través de cursos gestionados por la Federación o la Asociación Provincial de Béisbol del Guayas ante la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol, el máximo ente rector de estos deportes; o de la Major League Baseball, las Grandes Ligas de Béisbol de Estados Unidos. Pero esta circunstancia puso a los dirigentes de frente con árbitros o técnicos ya avalados por esas instituciones. O, por el deseo de salir de Venezuela de otros, ante la posibilidad de ofrecerles trabajo a quienes aún se encontraban en ese país.
Uno de ellos es Héctor Rivero, con formación en promoción deportiva, que llegó hace siete años a Ecuador y es entrenador en la Liga del Sur donde prepara a niños y jóvenes, en su mayoría hijos de familias pobres del sur de la ciudad.
Desencuentros
En estos años, la presencia de venezolanos en los equipos de las ligas de béisbol, en Guayaquil, ha generado algunas controversias: el incremento de jugadores de esa nacionalidad, con un nivel promedio de juego superior a los nacionales, derivó en la pérdida de espacios de los jugadores locales.
El presidente de la Federación Ecuatoriana de Béisbol explica que se han establecido reglas sobre la participación de extranjeros: en juegos de mayores, “en la cancha, al menos cinco de los nueve jugadores deben ser nacionales; si son equipos de niños, de las escuelas de formación, máximo pueden ser tres extranjeros”, y sostiene que prima el fin del club, que es participar y ganar. “Todos quieren ganar y ahí entran estos niños venezolanos”.
Julio Buitrón, gerente deportivo de la Liga del Sur de Guayaquil, recuerda que durante los primeros años del flujo migratorio, en ciertas ligas y equipos de béisbol y softbol de la ciudad, hubo indicios de xenofobia contra los venezolanos. “No los querían. Yo les dije, vengan acá, e hicimos una Liga solo de venezolanos”.
La migración venezolana ha generado más aficionados
José Zambrano, entrenador de la selección de Manabí, cree que la presencia venezolana en el país y en el béisbol local ha sido beneficiosa porque ha habido un crecimiento de la afición. “En esta provincia como en otras, el béisbol no está masificado, pero en un momento dado, hubo una incidencia tal de venezolanos que llegaron a formarse ocho equipos en categorías mayores, algo que nunca se había visto aquí”, dice.
En Quito, Édison Salvador, presidente de la Asociación de Béisbol de Pichincha, comenta que la presencia de inmigrantes venezolanos, en parques de la ciudad, practicando softbol, el llamado “hermano menor del béisbol", ha generado un acercamiento del público a esa disciplina y eso ayuda al “hermano mayor”. “Ha incidido porque cuando los ven jugar mucha gente se acerca a preguntar. Ha sido un método de llamar la atención, de hacer conocer el deporte”, dice.
Salvador habla de esta disciplina con admiración: “El béisbol es espectacular, es el deporte de la mente más físico que hay, es una pelea de poder a poder, de inteligencia con inteligencia; es el único en el que el control de la pelota la tiene la defensa”.
Integración
Identificados como componentes culturales de la migración venezolana, el béisbol y el softbol llevaron a la Fundación de las Américas (Fudela), que trabaja en el impulso del desarrollo de poblaciones vulnerables, entre esas la migrante, a modificar los métodos de trabajo para algunos de sus proyectos.
Esta organización, que opera en 15 de las 24 provincias ecuatorianas, tiene en el deporte una de sus herramientas para sus programas del buen uso del tiempo libre, como espacios formativos, especialmente el fútbol, pero sus directivos notaron que estas disciplinas serían potentes herramientas para la integración de esta comunidad en particular.
Advirtieron que, en la mayoría de las ciudades ecuatorianas, la población venezolana, los niños y los adolescentes, “no encontraban espacios donde podían practicarlo (...) ellos extrañaban el béisbol”, comenta Verónica Escobar, presidenta de Fudela.
“Es muy complicado encontrar estos puntos donde puede haber una integración de una manera natural”, dice, al referirse a la necesidad de integrar dos culturas (la que llega y la receptora), en medio de procesos de inmigración masivos como el de los últimos nueve años procedente de Venezuela, en la crisis humanitaria más importante en la historia de Latinoamérica en este siglo”, dice.
Desde el 2020, Fudela ha realizado programas dirigidos a niños y jóvenes, como Casa Llena, Sports for Diplomacy o Bateando a la inclusión, con el apoyo de la Embajada y el Consulado de Estados Unidos, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y otras agencias de Naciones Unidas, como Acnur. Trabajaron con grupos de Huaquillas, Cuenca, Manta, Ambato, Ibarra, Guayaquil, Quito, Latacunga o Santo Domingo.
Incorporar este deporte a esos proyectos, explica Escobar, permitió que ambas culturas interactúen. “Se formó un espacio donde el ecuatoriano aprende del venezolano; y, así, los niños venezolanos sienten que están dando y que están enseñando”.
Marilay Márquez, venezolana con formación en Planificación y Evaluación Deportiva y Gerencia Deportiva y coach de Deportes de Fudela desde hace seis años, explica que algunos de los ejercicios que han realizado en los proyectos con los niños y jóvenes, a través de este deporte, ha permitido que ellos se mentalicen en aspectos positivos de sus vidas. Así, por ejemplo, cuando sostienen un guante, para que se enfoquen en atrapar la pelota, los instructores les dicen que piensen en “atrapar sus sueños”. O, al batear, “que bateen los miedos, para quitar lo negativo; o que bateen los sueños, para pegarle justo a eso que anhelan”.
Cosa de niños
En Guayaquil, en el populoso sector Mucho Lote, en el norte de la ciudad, en un diamante municipal que es más pequeño de lo reglamentario y sirve para la enseñanza del béisbol y el softbol a los menores de 12 años, el profesor Manuel Mora Jaime busca divulgar esos deportes en los sectores populares de esa parte de la ciudad. Ahí también se han encontrado los ecuatorianos y los venezolanos aficionados a estas disciplinas.
Durante un entrenamiento sabatino, Alan, venezolano de 9 años, y Matías, ecuatoriano de 12, hicieron un receso en su práctica de béisbol y explicaron las razones por las cuales les atrae tanto ese deporte. Matías habla, por ejemplo, de los efectos con los que se puede lanzar una pelota; Alan dice que es muy especial porque te enseña disciplina y recalca que “siempre hay que tener esa disciplina en la vida˝. Ambos comentan que eso sirve para otros aspectos de la vida. Matías abona que te enseña a ser respetuoso, y que es algo que aprendes para serlo en cualquier lugar. Alan que aprendes muchas cosas, “además de hacer nuevos amigos en el camino de la vida “.
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