Jóvenes que juegan a ser adultos: Así es la sacrificada vida de un futbolista juvenil
El fútbol es una de las pasiones de los jóvenes. Pero, una vez que se entregan a él, sus vidas cambian por completo, pues aprenden sobre responsabilidad, respeto, autoestima y sacrificio a una corta edad.
El equipo Cordillera en un entrenamiento en 2024.
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Martina Lapo Robayo
Autor:
Redacción Primicias
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En 2010, Matías Benalcázar llegó al mundo. Él estuvo compuesto por 300 huesos, 46 cromosomas y un gen distintivo. “Nació con el fútbol”, afirma su mamá, María José Duque. “Desde pequeño le encantaba la pelota, podía faltarle el biberón, pero no la pelota”.
Actualmente, el adolescente de 14 años juega como delantero en el equipo Cumbayá FC, en la categoría Sub 15. Algunos de los requisitos son: mantener un promedio escolar de 8/10, mostrar buena actitud y ser puntual a los entrenamientos.
Por esto, el entrenador Steven Quishpe dice que los jugadores “ya han dejado de ser chicos normales y corrientes. Los demás terminan la jornada de clases y están en la casa descansando mientras que ellos tienen una labor muy importante. Estoy seguro de que, con la bendición de Dios, en algún momento van a tener su recompensa”.
“Fue fácil adaptarme”, comenta Matías Benalcázar. Su rutina se resume en: ir al colegio, regresar a su casa en Calderón, tomar dos buses para entrenar en La Carolina, ducharse y hacer deberes.
Uno de sus puntos de madurez llegó a inicios de año, cuando viajó con el equipo a Guayaquil para un partido contra Aucas, únicamente su padre pudo acompañarlo. “Se sintió feo dejarles a tus seres queridos, pero mi sueño es llegar a ser profesional y para eso tienes que sacrificar a tu familia”.
Recientemente, Matías entró a la fase de prueba para ser promovido a la categoría Sub 17. “Me siento contento y sorprendido, creo que es un logro más en mi carrera”, comenta el joven. Este es uno de sus mayores retos hasta hoy, pues ahora debe entrenar en horarios y sitios distintos. Sin embargo, esto ha permitido que florezca un nuevo sueño: entrar a la Sub 15 de la Ecuador.
Organización de tareas
La familia de Santiago Martínez experimenta una conexión con el fútbol comparada con la que tienen los andinistas con las montañas. Cuando llegó su nuevo miembro, Erick Martínez, en 2005, le inculcaron ese amor.
Erick tenía 9 años cuando decidió dedicarse al fútbol, recuerda Santiago, su papá. "Fue lo más grande para mí. Ahí llegó el momento de apoyarle y nos ha ido bien".
El joven de 19 años ha pasado por equipos como Dínamo Grande y el Independiente del Valle. Hoy, juega en el equipo Cordillera, como delantero. En este tiempo, ha sufrido distensiones de ligamentos, rupturas de fibras musculares, remellados, rapasdos y el tabique desviado.
“Tenemos un dicho en la familia: hasta el miércoles nos dura el dolor porque el jueves ¡volvemos a jugar!”, manifiesta Erick.
Además de la resistencia física, el fútbol le ha ayudado a ser responsable con sus tareas antes escolares y ahora universitarias, pues recién comenzó el primer semestre de ingeniería automotriz. “Soy más responsable”, afirma Erick. “Podría entrenar y después descansar, pero llego del fútbol y me dedico a trabajar y hacer deberes”.
Este estilo de vida, a largo plazo, sí resulta sostenible, como lo demuestra César Morales, director técnico del equipo Cordillera quien también se educó y entrenó a la par.
“Estudiar o seguir con el fútbol, las personas lo ponen en una balanza. Si uno es responsable y de verdad le gusta lo que quiere, puede combinar las dos cosas”.
Independencia
Incluso con padres apasionados por el juego, los síntomas amorosos se pueden presentar tarde. “Pensé que le gustaba ver y hacer periodismo futbolero”, confiesa Esthela Altamirano, madre de Jorge Emilio Mera.
“Pero cuando le dimos chance de jugar nos dimos cuenta que también le gusta patear, desde cualquier posición”. El niño de 11 años entró en febrero a su primera escuela: Progol.
El objetivo es darles a los jugadores un sentido de pertenencia y un segundo hogar, como lo explica la coordinadora de Progol, Kenia Villalba.
Además, aquí Jorge Emilio ha aprendido “a dar el todo, aunque esté perdiendo 25-0, lo das hasta el final”. Sus rutinas le dieron paso al florecimiento de valores como el respeto, la disciplina y responsabilidad.
El 9 de octubre, Jorge Emilio tuvo su primer acercamiento a la independencia, pues viajó a la Ciudad Deportiva Pérez Perasso de Guayaquil para la séptima edición del Torneo Castro Loaiza nacional, donde participaron más de 5.000 competidores. Se sintió “estresado y feliz”, pero siempre mostró actitud y predisposición.
Las vidas de Matías, Erick y Jorge Emilio dieron un giro de 180 grados a diferentes edades. Sin embargo, apuntan a la misma meta: la Selección Nacional. Ellos compiten contra miles de jovenes que perfeccionan diariamente sus técnicas, estrategias y autoestima.
Cuando se los visita en los entrenamientos, su terreno natural, uno se queda maravillado con lo entregados que son al deporte. En los descansos, se acercan. Algunos dicen “buenas tardes”, otros, directamente preguntan:
-¿Quién es usted?
-¿En qué canal va a salir esto?
-¿Si vio mi gol?
-Seño, ¿me puede pasar las fotos porfa?
Esos pequeños detalles los delatan como jóvenes futbolistas que juegan a ser adultos.
*Escrito por Martina Lapo Robayo, estudiante de periodismo de la Universidad San Francisco.
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