¿2024 y sin agua potable? La lucha por un derecho esencial en comunidades rurales
Guasaganda, una parroquia rural en Cotopaxi, vivió durante décadas sin acceso a agua potable, una situación difícil de creer en pleno 2024. En un país donde el acceso a este recurso vital debería ser un derecho garantizado, cientos de familias enfrentan a diario la lucha por obtenerlo.
Autor:
Redacción Comercial
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Hugo Herrera, a sus 90 años, ha vivido toda una vida esperando algo que muchos damos por sentado: agua potable en su hogar. Durante décadas, cada gota significó recorrer largas distancias hasta fuentes inseguras, a menudo contaminadas. Pero el pasado 26 de noviembre, su historia dio un giro inesperado.
Gracias a la iniciativa Sumar Juntos de Banco Pichincha, la comunidad de Guasaganda, donde Hugo ha pasado gran parte de su vida, ahora tiene acceso a agua potable. Para él, ver el líquido vital llegar a su casa no es solo un cambio en su rutina, es un sueño cumplido.
- "Fui de los primeros en llegar a esta tierra cuando todo eran montañas. En aquellos días, recorríamos largas distancias en mula hasta las vertientes o el río para recoger lo que necesitábamos. Hoy, contar con agua apta para el consumo directamente en nuestras casas es una verdadera bendición."
Foto: David Arcos / Redacción Comercial
Una deuda histórica con la ruralidad
La historia de Guasaganda refleja la triste realidad de muchas comunidades rurales en Ecuador. De acuerdo con Ayuda en Acción, 3 de cada 10 personas carecen de acceso a agua apta para el consumo y se exponen a consumir líquidos contaminados con heces, mientras que en zonas rurales, 5 de cada 10 habitantes enfrentan la misma situación, una cifra alarmante que afecta especialmente a lugares como este, donde la infraestructura hídrica es obsoleta o inexistente.
Por largo tiempo, esta parroquia dependió de un sistema de agua potable construido hace más de 40 años, que no recibió el mantenimiento necesario para garantizar la cantidad y calidad de agua. Esta condición obligó a las familias a recurrir a fuentes contaminadas, exponiéndolas a enfermedades como diarreas, tifoidea y cólera.
El impacto en la vida cotidiana
La implementación del sistema de potabilización no solo representa un avance en términos de salud pública, sino también un cambio profundo en la economía local. Marcelo Ramiro Borja Récalde, dueño del restaurante El Sabor de la Casa, vivió de primera mano las dificultades derivadas de la escasez de agua. Antes de contar con el suministro potable, debía trasladarse a vertientes y ríos para obtener el líquido que luego hervía para cocinar y atender a sus clientes. Con la llegada de agua potable, tanto en su hogar como en su restaurante, su labor se ha vuelto más eficiente, segura y sostenible.
"Es un cambio significativo para el negocio. Antes, teníamos que lavar en lavacaras, lo que implicaba movilizarnos largas distancias".
Pero la escasez de agua no solo afectaba a Guasaganda, también a poblaciones como Pucuyacu, en el cantón La Maná. Durante más de 10 años, las familias vivieron sin acceso a agua potable. Liliana Castillo, tesorera de la junta de agua de ese sector, relató cómo la llegada del sistema de abastecimiento transformó por completo su vida y la de su localidad.
“Había días en los que no teníamos agua, por lo que teníamos que ir al río para asearnos, conseguir el líquido para los alimentos y lavar la ropa. Además, era peligroso salir al campo ya que podíamos encontrarnos con animales que representaban un riesgo para nuestra seguridad.”
Castillo también explica que la escasez de agua potable representaba un grave riesgo para la salud, especialmente para sus hijos. La falta de suministro favorecía la aparición de casos de parasitosis en niños y adultos, además de contribuir a la desnutrición. Cabe mencionar que, contar con agua potable para el consumo es esencial para garantizar el óptimo crecimiento de los niños.
Una iniciativa que no se detiene hasta lograr el cambio
Este avance, liderado por Sumar Juntos de Banco Pichincha en colaboración con Ayuda en Acción, uno de sus aliados, refleja el firme compromiso de la iniciativa por unir esfuerzos con diversas organizaciones para transformar vidas. Hasta ahora, esta visión ha llevado agua apta para el consumo a 533 familias en la zona.
En su primer año de ejecución, la iniciativa, en colaboración con varios actores y aliados, ha instalado 14 sistemas de agua potable en provincias con los índices más altos de desnutrición infantil. Este esfuerzo ha beneficiado directamente a 1.434 familias, impactando la vida de más de 5.500 personas. De ellas, un 27 % son niños y niñas, quienes ahora tienen acceso a agua potable, esencial para su desarrollo y bienestar.
Adicionalmente, alrededor de 1.741 personas han accedido al agua potable por primera vez. Un claro ejemplo es Danny Monsalve Mejía, un joven danzante de 19 años que ahora puede disfrutar del líquido vital sin temor.
El proyecto va más allá de la instalación de sistemas de agua: se enfoca en la sostenibilidad en múltiples dimensiones. En lo social, capacita a comunidades y juntas de agua; en lo ambiental, protege las fuentes hídricas; y en lo económico, promueve el uso responsable de recursos financieros para asegurar tarifas justas y un servicio sostenible. Su meta para 2030 es beneficiar a más de 250.000 personas en la ruralidad del país.
“Con agua llega la vida; los círculos viciosos se vuelven virtuosos. Estamos seguros de que, si hacemos esto de manera sostenida, en pocos años podremos cambiar la vida de miles de personas”.
José Luis Álvarez, presidente de la Iniciativa Sumar Juntos de Banco Pichincha
Una mirada al futuro
Aunque la llegada de agua potable a Guasaganda marca un avance significativo, en Ecuador más de 3 millones de personas aún carecen de este recurso esencial, según Ayuda en Acción. Este es un llamado urgente para cerrar la brecha entre zonas urbanas y rurales. Autoridades, empresas y organizaciones deben intensificar esfuerzos para garantizar agua potable para todos, sin importar su ubicación.
En 2024 es alarmante que tantas familias sigan viviendo sin acceso a un derecho básico como el agua. Guasaganda ha dado un paso, pero aún queda mucho camino por recorrer para que más hogares, como el de Hugo Herrera, puedan abrir sus grifos sin miedo.
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