María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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No creo en un cielo humano, pero me ilusiona pensar que los humanos que han sido muy muy buenos tienen un día de excursión al cielo de los animales.
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No quiero que el gobierno al que pago mis impuestos me odie. No quiero que la gente que está en el poder gracias al voto de mis vecinos me odie.
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Antinatura no es el aborto, sino el mandato infame de que tengas que parir a una criaturita siendo tú misma una criaturita.
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Guayaquil es una ciudad que mete bajo la alfombra lo que no quiere aceptar, lo que le perturba, lo extraño, es un inmenso clóset.
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El Titanic y el Titán. Millonarios que murieron por ver el esqueleto de un barco en el que hace cien años otros millonarios se ahogaron.
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Somos un país sugestionable, las mentiras de que viene el cuco y nos comerá corren entre la gente como verdades y determinan los votos.
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Dice usted que es súper que difícil encontrar mujeres que se quieran dedicar a la política en lugar de cantar arroz con leche me quiero casar.
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Mi mamá parecía tener patas en lugar de piernas y garras en lugar de manos. Entró como Godzilla en la ciudad y lo destrozó todo, todo.
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Agazapados, esperando la oportunidad de largarnos, pedimos que no nos toque, que no les toque a nuestros hermanos o a nuestros padres.
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Cuando mi papá murió, Dolly siguió esperando que volviera a la casa durante años. Pienso en ese amor tan desmesurado que dan los perros.
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