Viernes, 28 de junio de 2024
Contrapunto

El desesperante silencio en la música de John Cage

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

22 Jun 2024 - 5:55

Imaginemos en el centro del escenario un piano y un pianista que levanta la tapa del instrumento, luego la cierra, la vuelve a abrir hasta completar los tres movimientos silenciosos de la obra 4’33”, la más extravagante creada por el estadounidense John Cage (1912-1992).

Durante ese período ninguna tecla es aplastada, solo se escucha el ruido de la tapa del piano al cerrarse, el del público con sus toses, estornudos, murmullos, pasos que se alejan indignados porque no entienden de qué se trata y por qué acudieron a un concierto que -aparentemente- no dice nada.

Cuatro minutos y treinta y tres segundos fue una de las primeras propuestas de este músico-filósofo nacido en Los Ángeles, que comenzó a crear como muchos tras la segunda posguerra, mientras Europa seguía prácticamente paralizada y traumatizada.

En artículos recientes habíamos comentado del aporte de Philip Glass y de Karlheinz Stockhausen, discípulos del francés Olivier Messiaen (1908-1992) y su contribución a lo que se denomina música serial, al minimalismo o la música aleatoria.

También investigamos la original obra de Steve Reich  (Nueva York, 1936), considerado el pionero del minimalismo en Nueva York que, al igual que John Cage coincide que fue músico y filósofo.

Proveniente de la voz latina alea (azar), significa que el compositor deja una serie de elementos al arbitrio de los ejecutantes, explica la musicóloga Pola Suárez, quien remarca que esa libertad ubica a la aleatoriedad “en las antípodas del serialismo integral”.

Los procedimientos aleatorios fueron desarrollados por Cage, tal el caso de los clusters, un término que alude a notas tocadas simultáneamente en las teclas blancas o en las negras del piano con toda la mano, el antebrazo o con un trozo de madera.

¿Imaginan un piano que entre sus espacios interiores está lleno de tornillos para distorsionar el sonido original? Bueno, todo esto es John Cage, un músico que estudió con Arnold Schönberg , pero no optó por el dodecafonismo.

A esta innovación se la conoce como el “piano preparado”, otro invento de John Cage que consiste en variar el timbre del instrumento mediante la colocación de diversos objetos entre sus cuerdas, explica Pola Suárez.

Cuando hablábamos del arte minimalista citamos al compositor y pianista francés Erik Satie (1866-1925) que en 1920 compuso sus Vexations (vejaciones) para piano, en las cuales una célula de 32 compases se repite 840 veces.

Tal como corrobora la musicóloga citada, la paternidad de esta tendencia se atribuye al estadounidense John Cage, que con su música “silenciosa” preanunció el minimalismo que se refleja en 4’33”, que también se puede aplicar a otros instrumentos.

La versión más conocida es la de David Tudor, un colaborador de Cage, que se sienta ante el piano con un cronómetro en una de sus manos para medir cada uno de los tres movimientos, pero, como dijimos, no toca absolutamente nada.

Tudor comentó alguna vez que “se trata de una de las experiencias auditivas más intensas que se puede tener (porque) uno escucha verdaderamente todo lo que existe, los ruidos del auditorio toman su parte también (…) son cuatro minutos y treinta y tres segundos de meditación”, pero también de catarsis.

En una biografía de Britannica se explica que sus primeras composiciones fueron escritas en el método dodecafónico de su maestro Arnold Schönberg, pero ya en 1939 había comenzado a experimentar con instrumentos cada vez menos ortodoxos, como el piano preparado o modificado.

Experimentó con grabadoras, tocadiscos y radios en su afán de superar a la música occidental y sus conceptos de sonidos convencionales. El concierto que dio con su conjunto de percusión en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1943 marcó el primer paso en su consolidación como precursor de la vanguardia musical estadounidense, dice Britannica.

Casi todos los biógrafos coinciden que John Cage practicó el budismo zen y fue seguidor de filosofías orientales que fueron determinantes en su propuesta musical y dancística. 

‘Para los pájaros’ es un libro de Cage que reúne conversaciones entre el compositor y el musicólogo francés Daniel Charles en los años setenta. Cage debate algunos aspectos creativos, su formación con Schönberg, su pasión por el I Ching y su vida en una comunidad.

Revisemos algunas de sus grabaciones subidas a YouTube:

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

Comentarios
REGLAS para comentar 
Suscribir
Notificación de
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos