Sábado, 04 de mayo de 2024
Tablilla de cera

La gavilla de rufianes se desintegra: Pólit y Glas en la cárcel

Gonzalo Ortiz

Gonzalo Ortiz

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.

Actualizada:

25 Abr 2024 - 5:59

Henchidos de soberbia, alardeando de mandatarios, de ministros y de contralores exigían pleitesía. ¡Ay de quien les alzara un dedo!, y todos, ¡a ver, todos!, a cantar el peculiar himno que sonaba cuando ingresaban en salones, coliseos y cuarteles.

Pero no eran sino un haz, una gavilla, una cofradía de ladrones.

Proclamaban, rodeados de un halo fulgurante, que por fin había patria y que esta ya era de todos.

Pero, en verdad, la única patria de esta casta rapaz es el dinero. Y esa otra patria, Ecuador, solo era la mina de donde, ocultos tras aspavientos y patriotismos de receta, extraían, a camionadas, centenares de millones de dólares.

Hicieron que el pueblo creyera en ellos al punto de la adoración (típico truco de avieso descuidero) y, mientras tanto, rapiñaban, las garras llenas, a cada paso que daban.

Por desvanecer una glosa, tantos millones. Por firmar un contrato, otros tantos millones. Por autorizar una revisión de precios, más millones.

Formaron una camarilla variopinta. Vinieron de la guerrilla y de la empresa privada, de la academia y la publicidad, de la ecología y la abogacía, del centro, la derecha y la izquierda. Y pronto, cuando estuvieron juntos, se vieron a los ojos, se descubrieron de la misma calaña y se unificaron en el conciliábulo secreto de la uña.

La acumulación del billetaje grasiento dejó tachuelas a los truhanes del crimen organizado y hasta a los ladrones de levita. Se consagraron, con pleno derecho, como los mayores corruptos de la historia.

Uno de ellos era muy exigente: todo en efectivo. Los coimeros tuvieron que alquilar una suite contigua en la torre del hotel y transportar los fajos de billetes en carritos. Una y otra vez. Una y otra vez. 

Alguna ocasión, como eran tantos los fajos y no entraban en la caja fuerte, el tipejo acomodó los restantes en cajas entre los picos cubiertos de papel dorado de finas botellas de champán.

No sabían cómo desaparecían, pero en la siguiente ocasión, ese efectivo ya no estaba allí. Triangulaciones financieras, préstamos supuestos, inversiones inventadas, pagos truchos. Lo cierto es que el dinero iba a dar en Panamá y Miami.

¿Y no habría algo para el de más arriba? Es imposible que no. De él dependía todo.

Y este le alababa en público, que era un “contralor de lujo”, dijo una vez; que era muy simpático y que a todos caía bien, dijo otra vez. Muy agradecido.

El interfecto había hecho muchos méritos (y sabía demasiado) como para que no se lo reeligiera. Así que sacó 100 sobre 100 en las pruebas, ¡y continuó la fiesta!

Y se lo reeligió para un tercer período, ¡no faltaba más! Una década al frente de la Contraloría, la confabulación más patente.

Se sentía superhombre, era un superhombre, y ordenaba exámenes especiales, fiscalizaciones y glosas, en nombre de la ley (de la ley de la mafia), contra cualquiera que se opusiera, que se hubiera animado a criticar al gran jefe, que hubiese osado disentir. 

El desvalijador haciendo fiscalizar a la gente honesta. El atracador denunciando a patriotas (como Isabel, María, Julio César y Jorge, Q.D.D.G., y sus compañeros), persiguiéndolos con juicios y logrando condenas de cárcel.

Pero todo cambió. Las investigaciones de periodistas y fiscales honestos en Ecuador abrieron la pista. Y la estantería se vino abajo con las revelaciones del escándalo de Odebrecht, cuando en diciembre de 2016 esta firma aceptó ante la corte en Nueva York haber entregado sobornos por USD 800 millones en América Latina. A poco, el caco-contralor se pintó de Ecuador, abandonando su alto cargo…

Pero el que solo recibía efectivo se había confiado demasiado un día de esos, en el pasado, cuando nadie veía y, creyendo que los vasos comunicantes que había utilizado servían para esconder bien su botín, mandó un giro a EE. UU. de una empresa de fachada de Panamá.

En la caverna del robo quedó un rastro. Y unos sabuesos lo rastrearon. La acusación de la fiscalía de EE. UU. sorprendió a todos hace dos años. Tomándose su tiempo, los fiscales buscaron testigos clave y armaron la acusación. Hace dos semanas comenzó el juicio y la sentencia llegó este martes.

-¿Ha llegado el jurado a un veredicto unánime? 

-Sí

-¿Cómo encuentra el jurado al acusado en el cargo 1?

-Culpable.

-¿En el cargo 2?

-Culpable.

-¿En el cargo 3?

-Culpable.

-¿En el cargo 4?

-Culpable.

-¿En el cargo 5?

-Culpable.

-¿En el cargo 6?

-Culpable.

Los fiscales gringos no buscaron acusarle de robo ni tenían por qué acusarle de soborno. No era su tema. Escogieron presentar cargos por conspiración para delinquir (es decir, asociación ilícita) para lavar activos ilícitamente obtenidos. Y por el propio lavado. Y por la compra de propiedades en la Florida con el producto de ese lavado.

(Igual que a Al Capone, a quien los fiscales no le acusaron ni de robo ni de asesinato sino de evasión de impuestos, y lograron su condena y lo metieron a la cárcel).

La pena máxima, sumadas las de cada uno de los seis cargos, es de cien años. Aún no se conoce cuántos le dará la jueza Kathleen Williams, quien presidió el juicio por el sistema de jurado. Tiene 45 días para hacerlo. Pero Carlos Pólit ya está en cana, en el Centro de Detención Federal de Miami, a donde se lo llevaron los policías judiciales, los marshals, de la Corte del Distrito Sur de la Florida.

Y cuando termine de cumplir la pena, si algún día termina de cumplir la pena, Ecuador podrá pedir su extradición para que pague la condena que tiene aquí de seis años por cohecho y, aunque haya prescrito la otra causa por asociación ilícita, sí podrá juzgársele por todos y cada uno de los otros delitos por los que aún no se le ha encausado.

Han salido en el juicio varias novedades. Una de ellas sobre otro miembro de la gavilla, Jorge Glas, hoy preso en La Roca, pues José Conceiçao Santos aclaró que no le entregó USD 13 millones, como se había establecido al condenársele en el caso Odebrecht, sino USD 18 millones.

¿Y no habría algo para el de más arriba? Es imposible que no. De él dependía todo. 

Y que también se pagó sobornos a José Serrano. Y que se entregaron sobres con dinero a la secretaria del presidente, Pamela Martínez.

Ahí está. Bien decía usted que es imposible que no; que de él dependía todo. 

Y que, entre los años 2010 y 2016, se entregaron cerca de USD 55 millones en sobornos a funcionarios del Gobierno de aquel entonces para eliminar glosas y para recibir nuevos contratos del Estado. 

Ahí está. Bien decía usted que es imposible que no; que de él dependía todo.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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